Ven a mi mundo

 

Grandes Personajes

 

 

Vincent Van Gogh

 

Federico Ortíz-Moreno *

 

 

Príncipe de los apóstoles, primer Papa de los cristianos. Humilde pescador judío que fuera
con el tiempo un ser elegido para ser la piedra donde se fundara la Iglesia. Amigo de Jesús
el Nazareno. Llamado Simón Pedro, hoy tocamos este hombre que ahora conocemos como
San Pedro.

 

 

 

  

El nacimiento de un genio

 

Vincent Van Gogh nació el 30 de marzo de 1853 en Groot-Zundert, Holanda, pequeña población a pocos kilómetros de la frontera entre Bélgica y los Países Bajos. El niño recibiría el mismo nombre que un año antes recibiera un hermano suyo que, por causas del destino, naciera muerto.

 

Es por ello que es conveniente señalar que ya desde antes de su nacimiento, la vida de nuestro personaje estuvo revestida de cierta fatalidad. Un año antes, sus padres, Theodorus van Gogh y Anne Cornelie Carbentus, tuvieron, el 30 de marzo de 1853, su primer hijo. Sin embargo, este nacería muerto.

 

El fallido hermano de Van Gogh quedaría registrado con el nombre de Vincent Willem, mismo que llevara después el pintor. Los padres, pasada la pena, hicieron de nuevo el intento por tener otra vez un hijo. Esta vez sus deseos se cumplieron. Un niño sonreía. La fecha de su nacimiento era precisamente el 30 de marzo de 1853, un año exacto después de que viniera al mundo aquel niño sin vida.

 

 

Sus primeros años

 

En términos generales, la infancia de Van Gogh no tuvo nada de extraordinaria. Sus primeros estudios los realizó en la escuela de Groot-Zundert y, como todos los chicos de su edad, pasó por las mismas peripecias que todos los niños pasan: la maestra buena, la maestra regañona, los compañeros bien portados y aquellos no tan bien disciplinados.

 

Así, luego de algunos años en que iba aprendiendo las cosas elementales de la escuela y de la vida, nuestro personaje estuvo interno en Zevenbergen y luego en Tilburg, sin nada especial que destacar o comentar. Más tarde, en marzo de 1868, cuando apenas tenía 15 años retornó a su pueblo natal, donde permaneció hasta julio de 1869.

 

 

Familia y hermanos

 

Cuatro años después de Vincent, el 1 de marzo de 1857, losVan Gogh tuvieron otro hijo, Theo. Posteriormente habría tres mujeres: Anna, Elizabeth y Willemien. De ellas, poco, muy poco es lo que se sabe. En cambio, sobre Theo, se dice que éste llegó a convertirse en la otra mitad de la vida de Vincent.

 

La relación entre ellos era estrecha. La correspondencia entre ellos era numerosa, tanto que con ella se podrían (y de hecho se ha hecho) numerosas páginas acerca de la vida del pintor. En realidad, en estas cartas se halla gran parte del drama de la existencia del gran Vincent.

 

En dichas cartas se hallan plasmadas páginas enteras de su vida, como si fueran arrancadas de jirones provenientes de un corazón atormentado, lleno de engaños y desengaños, ilusiones y desilusiones, tristezas y sufrimientos, dolores y alegrías. Páginas que relatan su total desesperación que lo abrazaba, su anhelo por sobresalir en la pintura, su deseo de hombre y de loco enajenado.

 

Quien desee conocer un poco más acerca de la vida de este gran pintor, no tiene otra cosa mas que leer estas cartas dirigidas por Van Gogh a su hermano Theo, recordando que éste no fue solamente su hermano y confidente, sino una persona que lo ayudó en todo momento.

 

Theo era un hombre bueno. Ayudó a su hermano Vincent tanto en lo moral como en lo económico. Durante muchos años, se sabe, entregaba a su hermano una cantidad determinada de dinero como un tipo de mensualidad o ayuda. Theo era, para el pintor, no sólo un tipo de padre protector, sino también un buen y fiel amigo.

 

 

Su primer contacto con el arte

 

Tal vez sea preciso aclarar, de una vez, que nunca en los años de su infancia, Vincent fue aficionado a la pintura. Esto, lo más seguro, porque sus padres eran fieles y fervientes religiosos que siempre desearon lo mejor para su hijo. Y ese algo no tenía que ver con la pintura para nada.

 

No obstante, al correr de los años, y sin saber todavía hasta donde llegaría, Vincent, gracias a la ayuda de un tío suyo, logró conseguir un empleo. Nuestro personaje tenía apenas 16 años y el trabajo era en la galería de arte de Goupil, en la Haya.

 

Fue el primer contacto (al menos el más estrecho) de Vincent Willem con el mundo del arte, particularmente el de la pintura. Tres años más tarde, en 1872, iniciaría en intercambio de cartas con su hermano Theo, quien también entraba, por aquellas fechas a una filial de la galería Goupil en la ciudad de Bruselas.

 

 

Fracasos y desilusiones

 

Al poco tiempo, Vincent Van Gogh fue trasladado a las galerías de esta firma en Londres y en París. Y es, precisamente, en esta época, 1873, que comienzan los fracasos. La vida de van Gogh se torna desesperante. Los reveses se tornan más frecuentes, los descalabros se repiten y son cada vez más comunes y habituales.

 

En 1876 es despedido de Goupil y, tres años más tarde, sufriría su primera decepción amorosa al ser rechazado por Ursula, la hija de la dueña de la pensión donde habitaba. Eran, éstos, años cuando la pintura aún no le atraía.

 

Eran éstos, también, tiempos en que se daba a la reflexión, todo lo cual le llevaría a una más profunda desilusión sentimental, motivo por el cual, en gran parte a instancias de sus padres, le harían regresar a su pueblo de Etten, donde nacería en él una vocación religiosa que, también, a la postre, le traería su propia dosis de amargura.

 

 

Van Gogh, el misionero

 

Hasta el momento de comenzar su carrera religiosa, y a pesar de su corta edad, 23 años, todo lo emprendido por van Gogh para labrar su destino, había terminado en infructuoso resultado. Sus deseos y ambiciones, sus anhelos y aspiraciones, sus sueños y pretensiones eran pisoteados o topaban, al menos en un muro infranqueable.

 

Fue, tal vez, el inicio de un tormento que heriría su alma. Momentos que influirían tanto su mente, como su pensamiento y su corazón. Así, después de permanecer un tiempo en casa de sus padres, Vincent van Gogh se traslada a Bruselas y ahí, de nuevo, a Inglaterra, al puerto de Ramsgate.

 

Posteriormente, en julio de 1876, trabajaría como ayudante de un pastor metodista de apellido Jones, en la localidad de Islewoth. En mayo de 1877, Vincent se dirige a Amsterdam para preparar su examen de acceso a la facultad de Teología. Su aventura resultó en otro duro fracaso, pues después de catorce meses de continuo e intenso estudio, y no siendo la persona apropiada para tal encomienda, Vincent vislumbró que todo era inútil.

 

A pesar de lo anterior, nuestro personaje no dio su brazo a torcer, iniciando un curso de tres meses en la escuela evangelista de Bruselas. Sin embargo, en diciembre de 1878, cuando sus superiores vacilaron para darle un nombramiento, vistas, según ellos, sus «escasas condiciones», no esperó nada más y se marchó a predicar a Borinage, una cuenca minera situada en la región sur de Bélgica. A pesar de ello, y por muy diversas causas, Vincent, una vez más, no pudo llevar a la práctica su vocación religiosa.

 

 

Vocación y arte

 

Muy pronto la vida de Van Gogh daría un vuelco por demás interesante. Primeramente, a instancias de su padre y de su hermano, Vincent consiguió, al fin, que le dieran un nombramiento provisional por seis meses. Contagiado de alegría, al darse cuenta que por primera vez en su vida conseguía lo que quería, se dedicó de lleno, como todo un buen misionero, a los pobladores, en su mayoría, mineros y textileros, gente, en verdad, de muy escasos recursos.

 

Llegó tanto su cariño, devoción y preocupación por sus fieles que, cuando se produjo una explosión en las minas de carbón, Vincent ayudó fervientemente a los heridos y los alojó en su propia casa; después, al estallar una huelga de trabajadores, ayudó a éstos, en su causa, en todo momento.

 

Fue este anterior proceder lo que le causaría problemas. En el mes de julio de 1879 fue revocado del nombramiento, aduciendo sus superiores que Vincent se sacrificaba demasiado por sus semejantes sin cuidarse él mismo lo suficiente. Este acontecimiento, le llevaría al propio Vincent a terminar una de sus carreras, la de misionero, para que, al poco tiempo floreciera en él otra meta: la de pintor.

 

 

El cambio

 

Durante su estadía en Borinage, Vincent no solamente leía la Biblia, sino también se interesaba por Víctor Hugo y Shakespeare; le llamaban mucho la atención las pinturas de Rembrandt, Durero, Millet, Daumier y otros. Sus ratos libres los dedicaba a ensayar pinturas y dibujos a lápiz. Van Gogh descubre, entonces, su verdadera vocación por la pintura.

 

Una vez, escribiendo a su hermano Theo, Vincent le decía: «Desde que estoy dibujando, todo ha cambiado». Su hermano se encontraba aún como empleado en la ya citada galería Goupil. La correspondencia entre ellos seguiría, ofreciendo Theo a su hermano no solamente sus consejos, sino también el envío regular de cierta cantidad de dinero, que Vincent no gastaba en alimentos, sino en implementos para dibujo.

 

 

Su inicio en la pintura

 

En 1880 se iniciaba la corta pero vertiginosa carrera artística del holandés. En sus primeros pasos como pintor, Vincent se dedicó a copiar a algunos otros artistas, plasmando en los lienzos escenas cotidianas de hombres en el campo.

 

Su pintura debía ser perfeccionada, y esto era lo que él más deseaba. Establecido así, pues, en Bruselas, nuestro artista comenzó a pintar con más continuidad que antes, pero sus problemas emocionales, tanto con su familia como con sus conquistas femeninas, lo llenaban de amargura, haciéndolo esto ir de un lado a otro.

 

En 1885 ingresó a la academia de pintura de Amberes, siendo de esta misma fecha su primera pintura conocida, Aldeanos comiendo patatas. Un año después, ya en París, comenzó a estudiar en la escuela de Cormon, donde tuvo la oportunidad de conocer a Gauguin, Toulouse-Lautrec y Emile Bernard, quienes llegarían a ser sus más asiduas amistades.

 

 

Los amores de Van Gogh

 

Fueron varios los amores en la vida de Van Gogh. Amores tal vez incomprendidos, confundidos o atormentados. La personalidad de nuestro personaje era agresiva y muy difícil de entender. Esto tal vez aunado a sus descalabros de su vida diaria y sus fracasos amorosos que tuvo que soportar.

 

Primero, siendo aún muy joven se enamoró de Ursula, hija de la señora de la pensión en que vivía. Vincent fue rechazado y un año más tarde, luego de su fallido intento por ser misionero evangelista y habitando en casa de sus padres, declaró todo su amor a Kee Vos, prima suya que acababa de enviudar.

 

Tampoco con ella tuvo éxito. Los familiares veían con horror que este joven, Vincent, pretendiera casarse con una mujer que recién acababa de enviudar y que, además, ¡era prima suya! De este modo, abrumado por tanto desengaño, Vincent buscó satisfacción en los prostíbulos y... ¡tuvo suerte!

 

Conoció a Clasina María Hoornik, conocida como «Sien», mujer de cuarta categoría que tenía un hijo y esperaba otro. Esta vivía con su madre y su hermano, ambos alcahuetes. Vincent, no obstante y con todo esto, la ayudó mucho. No solamente la comprendió sino que vivió con ella, manteniéndola y dándole consejos.

 

Van Gogh vivió con ella por espacio de un año, luego de lo cual la «profesión» de esta mujer pudo más que el amor (o el dinero...) ofrecido por el noble pintor. Así, Sien, volvió a sus andanzas. Mientras tanto, Vincent no tuvo más remedio que guardar y rumiar su dolor.

 

Pasa el tiempo y, en 1884, la historia se repite aunque, esta vez, al revés. En la localidad de Nuenen, conoce a Margoth (Margó) Begemann, quien se enamora locamente de él, pero, ante la oposición de la familia, la dama intenta suicidarse, frustrando así con ello el posible matrimonio y la felicidad que tanto deseaba y anhelaba Van Gogh.

 

 

La pintura de Van Gogh

 

Enmarcado dentro de la corriente impresionista, Van Gogh pinta la naturaleza no como la veía, sino tal y como la sentía. La vida romántica del pintor había sido un desastre, y ésto, en él, había dejado una honda huella. Sus ilusiones estaban completamente marchitas. Incluso, cuando visitaba los prostíbulos, las muchachas se burlaban de él llamándole «loco». Y esto le afectaba.

 

Así, ante estas circunstancias o con ese peso a sus espaldas, la pintura de Van Gogh tuvo un sello muy característico. Sus pinturas consistían en cuadros llenos de luz, de sol y brillo. No había nada que los manchara. En un mismo cuadro utilizaba varios procedimientos. Para él todos los medios valían y sabía cómo hacerlos llegar.

 

Cubría los planos con colores puros; en otras pinturas daba vida a los planos con pinceladas anchas y cortas, que semejaban la estructura de un muro, y no vacilaba el perfilarlas utilizando contornos. Pintaba directamente sobre el lienzo sin hacer ningún estudio previo o boceto alguno. Pintaba con tanta seguridad que sus pinturas jamás las retocaba.

 

 

Los cuadros de Van Gogh

 

Theo Van Gogh, que se encargaba vender las obras de su hermano Vincent, jamás logró vender una sola de ellas. Y esto no sólo agobiaba a nuestro artista, sino que esto mismo le llevaría en varias ocasiones a disgustarse con su hermano, a grado tal que varias veces se negó a recibir la mesada que le enviara.

 

Estando en París, Van Gogh montó su taller en el barrio de Montmartre. Ahí, en la «Ciudad Luz», procuraba asistir a todas las exposiciones de los impresionistas que hubiera a fin de observarlas y mejorar así la técnica de su pintura.

 

Si bien es cierto de que, en vida, Vincent Van Gogh, sólo logró vender una de sus obras, éste nunca cejó en su empeño por llegar a la cima donde se hallaban los artistas de esa época. Posiblemente a ello se deba el hecho que, decepcionado de su suerte, y buscando un lugar donde pudiera trabajar sin sentirse frustrado, en febrero de 1888, a los casi 35 años de edad, decide trasladarse a la bella y sureña ciudad de Arles.

 

 

Los problemas con Gauguin

 

Uno de los aspectos más interesantes de su vida es la relación que tuviera con otro de los grandes pintores de aquella época, Paul Gauguin. Eran buenos amigos, pero siempre había entre los dos un cierto enfrentamiento. No obstante ser uno de los pintores que más admirados por Van Gogh, éste (Gauguin), era quien más criticaba su obra. Claro, esto, de manera constructiva.

 

Antes de esto, hay que aclarar que, una vez establecido Van Gogh en la ciudad de Arles, en lo que él llamó «La Casa Amarilla», Vincent había invitado ahí a Gauguin para que, entre ambos, montaran un taller, pintaran y expusieran obras. Gauguin llega a Arles el 23 de octubre de 1888 y ahí ambos se encuentran.

 

Vincent, por una parte, no era de aquellos que aceptan todo sin refutar, así los argumentos que le diesen tuvieran mucho de razón. Gauguin, por la otra, no se quedaba atrás, y lo que veía lo decía claramente: «Esto no me gusta por esto y por esto...». Lo anterior hacía, a veces, hervirles la sangre. Sin embargo, la cosa no pasaba a mayores.

 

No obstante, cierto día, y ya ambos entrados en copas, la discusión fue más allá de las palabras, y una noche, luego de librar juntos algunas copas demás, Gauguin decide marcharse de Arles y comunica tal noticia a su compañero. A Van Gogh esto no le parece y se lanza inmediatamente a la calle en busca de Gauguin.

 

Vincent lo sigue y, recorrido algunos metros, le grita y lo hace detener. Al voltearse Gauguin, Vincent -quien estaba ya completamente ebrio- lo amenaza con una navaja de afeitar. Gauguin acelera el paso y Vincent retorna a su casa donde encuentra gran cantidad de gente, entre ellas, la policía.

 

La cosa no paró sólo ahí, sino que al día siguiente, al regresar Gauguin a la multicitada Casa Amarilla, se entera de que Vincent se había cercenado el lóbulo de la oreja derecha y había regalado el pedazo de carne a una prostituta amiga suya. «Vincent -decían- se había vuelto loco».

 

 

El caso de la oreja

 

Que ¿cómo estuvo lo de la oreja? Bueno, para quien quiera saber cómo sucedió este caso, les diré que en una de las ocasiones que nuestro personaje visitara uno de tantos prostíbulos en busca de mujeres que se dejaran pintar y hacer el amor, Vincent conoce a una damisela, llamada Raquel, quien pasado el tiempo se convirtió en su favorita.

 

Ella, coquetona y burlesca, le decía que podía ofrecerle sus favores si le regalaba una de sus «orejitas», y tan pronto decía esto, mordía al artista el lóbulo de su pabellón. Más de una vez sucedió lo mismo, hasta que un día, una noche, una madrugada, pasado aquel incidente bochornoso con su amigo Gauguin, Van Gogh volvió a sus habitaciones, tomó la navaja de afeitar y se cortó la oreja.

 

La sangre cayó por el suelo, su camisa y la cama. Van Gogh no se daba cuenta. Ya había enloquecido. No obstante, con este acto, pensando posiblemente en lo dicho por Raquel cuando le negaba sus favores por no tener dinero, envolvió el pedazo en una sucia hoja de periódico, e inmediatamente se dirigió al prostíbulo, preguntó por ella y, cuando ésta salió, le entregó su sin igual regalo. Ni que decir qué Raquel, al verlo, se desmayó.

 

 

Las pinturas de Van Gogh

 

Fueron en verdad excelentes las pinturas de Van Gogh. El hecho de que nuestro personaje haya sido recluido en un sanatorio para enfermos mentales, no quiere decir que Vincent hubiese dejado de pintar. Todo lo contrario, dos de sus más famosos cuadros son precisamente de esta época. Uno, Autorretrato con la oreja vendada; el otro, El hombre con la pipa. Más tarde, Van Gogh se dedicaría a pintar naturalezas muertas, paisajes y retratos del doctor Rey, quien era quien lo atendía en el sanatorio.

 

Tiempo después, el 7 de enero de 1889, el artista abandona el manicomio de Saint-Rémy y regresa a su Casa Amarilla. Sin embargo, los habitantes de Arles hacen una petición al alcalde pidiéndole que trasladen a Van Gogh a otro lugar por considerarle aún un sujeto peligroso.

 

Así se hace y se le traslada a otro instituto, el de Saint-Paul, a unos 20 kilómetros de la ciudad de Arles, donde permanece alrededor de un año, tiempo durante el cual pinta un centenar de paisajes, un grupo de naturalezas muertas, sus cuatro últimos autorretratos, así como unos cien dibujos y acuarelas.

 

 

En París

 

En febrero de 1890, mientras era aún muy poca su recuperación de claridad mental, se vende el único cuadro en vida del artista, en una exposición organizada por su hermano Theo. El 17 de junio de ese mismo año, Vincent abandona el sanatorio y se dirige, solo, a París, donde queda al cuidado del doctor Paul Gachet.

 

En París, a pesar de la atención asidua que recibiera por parte del este médico, el doctor Gachet, nuestro personaje jamás llegó a recuperar su salud mental. El galeno decide enviarlo a la localidad de Auvres. Mientras tanto, a pesar de todo ello, el pintor intensifica su actividad. Sus últimas obras maestras fueron Retrato del Doctor Gachet, El Municipio de Auvres, Trigal bajo el cielo tempestuoso y Trigal con Cuervos. También, hay que destacar dos de sus más famosos cuadros, Los Lirios y Los Girasoles.

 

 

Fin y muerte

 

El 27 de julio, luego de haber escrito una carta a su hermano en la que confiesa su deseo de acabar con todo, sale al campo a pintar, llevando consigo sus tubos de pintura, un caballete y... una pistola. Jamás se supo donde consiguió el arma; pero cuando se hallaba solo, en plena campiña, dirigió el revólver contra su pecho y disparó.

 

No murió en el acto. A rastras, alcanzó a llegar a la casa donde residía, postrándose en su lecho. Avisado Theo del caso, éste acudió rápidamente y lo asistió en su agonía. Dos días después, el 29 de julio de 1890, a los 37 años, Vincent Willem Van Gogh había dejado de existir.

 

 

Artículo aparecido en el periódico “El Porvenir” de Monterrey, México, en el año 1990.

 


 

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