Ven a mi mundo

 

Grandes Personajes

 

 

Los Rockefeller

 

Federico Ortíz-Moreno *

 

 

Su sólo apellido evoca y suena a todo un emporio industrial. Una de las familias más ricas
que haya habido en toda la historia de los Estados Unidos. Firmas, empresas, industrias y
compañías, al igual que bancos e instituciones financieras, formaron y siguen consolidando
gran parte de este mundo político y económico que estos primeros hombres de esta pujante dinastía
pudo dar: Los Rockefeller.

 

 

 

  

El destino y el dinero

 

Tarde o temprano uno llega a comprender que el destino está en parte dado, pero uno es quien lo va puliendo o haciendo más áspero o corrupto. En la historia vemos que hay individuos cuya acción depende en gran medida de su esfuerzo personal, otras de su talento, otras de la situación o concepto espacio-tiempo, y muchas veces, también, de la posición económica del propio personaje.

 

Algunos hombres nacen príncipes y se hacen reyes, otros nacen zarevich para luego convertirse en zares. Algunos nacen inclinados a las letras y más tarde se convierten en grandes escritores. Otros vienen al mundo dotados de una cualidad innata para dirigir a las masas y tiempo después se transforman en grandes estadistas.

 

También existen familias a las que se les asocia con grandes fortunas y capitales. Así pues, el nombre de Rockefeller al igual que el de otras importantes casas y familias como la de los Rotschild, los Vanderbilt, son conocidas básicamente por su dinero, su fortuna y su gran nombre.

 

 

Origen y raíces

 

El fundador de esta dinastía, el hombre que forjó esta inmensa fortuna de esta connotada familia se llamó John D. Rockefeller y nació en el pueblo de Richford, en el estado de Nueva York. Hijo de un hombre bohemio y extravagante que se ganaba la vida vendiendo en las ferias medicinas y quiméricas panaceas de muy dudoso valor curativo, el muchacho tenía catorce años cuando la familia, tras muchos viajes, decidió establecerse en la ciudad de Cleveland, Ohio.

 

John empezó a asistir a los cursos normales de la escuela secundaria y pronto comenzó a trabajar como auxiliar de contabilidad de un agente de negocios. El sueldo era escaso: cincuenta dólares cada tres meses (16.67 dólares al mes, poco más de medio dólar al día). Pero esto era un buen comienzo. Pronto le aumentarían a 25 dólares mensuales.

 

 

Sus primeras empresas

 

Hacia 1858, John había ahorrado lo suficiente para entrar como socio en una pequeña empresa que especulaba con productos agrícolas. El joven Rockefeller, de vida sobria y ordenada, y sin ningún vicio, ahorraba sin cesar. Todo lo guardaba y esperaba la oportunidad para invertir en nuevas empresas, tomando en cuenta, siempre, las condiciones del mercado.

 

En 1862, John tenía la suma suficiente para asociarse, junto con su amigo y socio de especulación agrícola, con un inventor, Samuel Andrews, quien había descubierto un proceso bastante eficaz para limpiar y refinar el petróleo bruto. La suma invertida por él y su amigo fue de cuatro mil dólares.

 

En aquel tiempo, el petróleo se empleaba sobre todo para lámparas y quinqués, pero su importancia crecía continuamente. Rockefeller sabía que por ese lado podía estar la fortuna y que muy pronto esa misma fortuna iría en aumento hasta alcanzar (en ese tiempo) la nada despreciable suma de unos dos mil millones de dólares (y repito, de aquella época; estoy hablando de 1862, hace más de 128 años).

 

 

Las empresas se agigantan

 

La empresa establecida por Rockefeller había prosperado rápidamente. Hacia 1870 controlaba una quinta parte del petróleo refinado en Cleveland. Al cumplir los treinta y un años nuestro personaje había organizado la Standard Oil Company con un capital de un millón de dólares. Rockefeller detentaba una cuarta parte de las acciones y era, además, el director de la citada empresa.

 

Al paso de los años, la Standard Oil siguió viento en popa. Su crecimiento había sido a un ritmo tan vertiginoso que sus enemigos afirmaban que esto no podía ser cierto y que de seguro había malos manejos. Decían que no era posible enriquecerse tan rápidamente sin dejar de recurrir a métodos ilegales, o, por lo menos, inmorales.

 

Pintaban a su fundador (Rockefeller) como un hombre de acero que no tenía escrúpulos en arruinar a sus rivales por los procedimientos que fueran necesarios, cosa no tan diferente a lo que sucede hoy en día con grandes empresas que mantienen un gran monopolio y que a toda costa tratan de arruinar a sus competidores aunque éstos últimos ofrezcan un mejor producto.

 

 

La industria del petróleo

 

En aquel tiempo, la industria del petróleo se hallaba en estado de caos. Había, además, efervescencia por todas partes. Todos querían ganar y nadie se dejaba. Muchas pequeñas compañías competían entre sí con gran desesperación y nerviosismo. Los accidentes, en especial los incendios, eran muy frecuentes.

 

Ni la producción ni la distribución se efectuaban de una manera racional y metódica. Las primeras medidas de Rockefeller tendieron a consolidar las pequeñas unidades bajo su dirección. En 1872 funda la South Improvement Company, una asociación de refinadores. Presidente de esta compañía trata de sacar ventajas en la distribución de petróleo para su propia compañía (la Standard Oil). Rockefeller se encarga de negociar tarifas especiales por concepto de envío y transporte de crudo, cosas a la que otras compañías no tienen acceso.

 

El caso es que con las nuevas tarifas (y teniendo en cuenta que los ferrocarriles llegaron incluso a pagar a la compañía de Rockefeller parte del sobreprecio que les cobraban sus rivales) los competidores quedaron arruinados. Uno tras otro fueron cayendo, no teniendo más remedio que vender a su contrincante (Rockefeller) las empresas que valían mucho, pero que por motivos de «manipuleo» estaban materialmente quebradas. El precio, ni qué dudar, era ridículo. Y, naturalmente, Rockefeller les hacía el «favor» de comprárselas.

 

Algunos fuertes intentaron oponerse. La opinión publica estaba en contra de Rockefeller; sin embargo, era ya demasiado tarde. Luego de muchas presiones, a los tres meses de manipuleo del citado millonario, de las veintiséis compañías refinadoras, veintiuna habían sucumbido a la competencia, pasando a manos de la empresa dirigida por Rockefeller,

 

De este modo, nuestro personaje, que ya para entonces controlaba un tercio de las refinerías del país y, para 1875, su control se había extendido a las grandes refinerías de Nueva York, Filadelfia y Pittsburg, dominaba en esta forma un noventa por ciento de las refinerías de todo el país.

 

 

Nuevos negocios

 

Con una gran capacidad de organización, gran inteligencia y una memoria privilegiada, lo mismo que a su audacia y arrojo para los negocios y trato con los grandes magnates, Rockefeller fue más allá de lo que muchos se imaginaban. Su gran preocupación fue el transporte. Algunos competidores despechados habían empezado a construir grandes oleoductos, a lo que Rockefeller contestó construyendo más grandes y mejores.

 

Rockefeller construyó depósitos, más refinerías, organizó cadenas distribuidoras. En 1875 creó, en secreto, una súper organización que abarcaba casi todo el país, y cuya verdadera naturaleza no fue conocida sino hasta 1888, en que el Senado de Nueva York llevó a cabo una investigación.

 

Rockefeller había utilizado para organizar su empresa (su súper-empresa), una especie de institución jurídica llamada trust, un tipo de fideicomiso, mucho más elástica y flexible que la sociedad anónima o por acciones.

 

Las compañías de Rockefeller violaban las leyes de los estados al confiar sus negocios al arbitrio de nueve personas, escogidas por Rockefeller, que manejaban sus negocios como fideicomisos y estaban en poder de hacer muchísimas operaciones que, en su mayor parte, las leyes prohibían a las compañías. Pero como en Estados Unidos, al igual que en México, todo se vale (a pesar de que todo esté «chueco»), el gobierno se hizo de la vista gorda.

 

Al principio el trust era de setenta millones; pronto llegarían a más de cien. En 1892, la Suprema Corte de Ohio declaró ilegal el trust de Rockefeller, pero éste no fue disuelto sino hasta 1899. Las ganancias ya se habían dado y esta espina (este revés) era como una pastilla de chocolate pare el multiacaudalado hombre de negocios Rockefeller.

 

 

Un multimillonario

 

Ya para esta fecha Rockefeller era el hombre más rico de los Estados Unidos. Era también uno de los hombres más enigmáticos del país. Maniático, enemigo de la publicidad, profundamente religioso (?) y devoto (sic), perteneciente a una secta bautista, pero capaz de conciliar la moral cristiana con la moral capitalista, Rockefeller empezó a desprenderse de una buena parte de su enorme fortuna mediante la creación de vastas empresas filantrópicas que devolvieron al país un importante porcentaje de los millones que los negocios le habían permitido acumular.

 

Lo anterior, sin menospreciar sus verdaderos deseos de ayuda, era (y sigue siendo) cosa socorrida por muchos millonarios que, viéndose señalados por la opinión pública en cuanto a su forma de enriquecimiento, sueltan unos cuantos millones a fin de dar a entender que ellos sí se interesan por la sociedad, cuando, en la mayoría de los casos, lo único que hacen es exprimirla.

 

 

Los últimos años

 

Ya anciano y famoso, Rockefeller tendió a aislarse cada vez en el campo. Procurando la paz que respiraba en sus fincas, entre numerosos y frondosos árboles, bellos parajes, nuestro personaje trataba de evitar a toda costa numerosos grupos de personas que querían acercarse a él sin otro fin mas que pedirle dinero, hacerle entrevistas y sacar algún provecho del pobre viejo.

 

Los críticos de Rockefeller señalan que cuando el poderoso hombre de negocios se decidía a destinar una fuerte suma de dinero para fines de beneficencia, ello quería indicar que estaba por iniciarse una investigación, dirigida por el Congreso, o por algún cuerpo legislativo, encaminada a averiguar en qué forma eran manejadas las operaciones de las empresas Rockefeller.

 

El dar fuertes cantidades de millones de dólares para instituciones de beneficencia no era otra cosa mas que acallar a la opinión pública, cerrarles la boca, callarlos y hacerles ver que él era bueno y que como persona bondadosa el también ayudaba a la gente, aunque este «desprendimiento» que hiciese no era otra cosa mas que un simple «lavado de dinero».

 

 

La familia Rockefeller

 

Se ha hablado mucho del nombre y la familia Rockefeller. Los críticos de la familia también han señalado que tanto el viejo Rockefeller como su hijo y sus nietos han sentido la necesidad de donar vastas sumas de dinero como forma de aplacar los remordimientos que les inspiraban los procedimientos que les sirvieron para amasar aquella inmensa fortuna.

 

Sería difícil saber, a ciencia cierta, lo que había detrás de aquel gran hombre. Hoy sólo nos quedan algunos recuerdos y la simiente por él esparcida. El padre de John D. Rockefeller era, según se dice, una especie de curandero, un hombre errante, que hacía trampas en el juego, y cuyas ausencias y periódicas desapariciones se debían a que la policía se interesaba en su paradero en forma demasiado persistente.

 

En cuanto a su vida privada, Rockefeller fue un hombre de escasa educación, sin ningún interés por la cultura. No coleccionaba obras de arte ni daba fiestas aparatosas o que pudieran llamarse escandalosas. El y su esposa, ex-maestra también de principios religiosos muy estrictos, llevaron una vida ascética, comiendo poco y mal (esto por motivos de salud), y deseando llegar a cumplir los cien años de edad, cosa que no lograron, pues murió en 1937, contando 98 años.

 

Su familia estuvo compuesta por cinco hijos. El primero de ellos era John Davison III, nacido en 1906, alto (1.85 metros de estatura), delgado y tímido. El segundo, era Nelson, nacido en 1908, uno de los más conocidos, un hombre de carácter bronco y agresivo. El tercero de los hermanos fue Lawrence Spehman, nacido en 1910, interesado en transacciones de la bolsa y un entusiasta de la aviación.

 

Einsthrop era el cuarto de los hermanos, bien parecido y aficionado al baile, al igual que interesado en las empresas petroleras de la familia. El quinto de ellos, David, nacido en 1915, alto y robusto, quien tiene el aspecto de un hombre de ciencia y, que dentro de sus colecciones favoritas está una conformada por insectos. El más conocido de todo este gremio familiar es, sin duda, Nelson Rockefeller.

 

 

Principio y fin

 

Y así como los imperios se forman y se hacen, hay otros que mueren y fenecen. El emporio de los Rockefeller ha continuado. Buenas o malas manos son las que han amasado una gran fortuna. Y si en algunos casos cien años es un buen principio (él vivió 98 años), en otros el nombre y la historia es lo que cuenta, en este caso el nombre de una familia que amasó una gran fortuna, como ha sido la de los Rockefeller.

 

 

Artículo aparecido en el periódico “El Porvenir” de Monterrey, México, el 19 de noviembre de 1990.

 


 

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