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Grandes Personajes

 

 

Rembrandt

 

Federico Ortíz-Moreno *

 

 

Uno de los grandes de la pintura, maestro del arte y del tiempo. Retratista holandés considerado
el pintor del alma. Artista consumado que en sus cuadros plasmara el arte de su oficio. Pintor de
fama mundial cuyo nombre es Rembrandt.

 

 

 

  

Los artistas y sus cuadros

 

Siempre ha sido interesante conocer la obra artística de los grandes maestros de la pintura clásica, ya que en ella se pueden encontrar verdaderos rasgos de su personalidad, de su vida, de su manera de ver las cosas.

 

Hasta el momento hemos tocado un buen número de pintores de gran renombre universal (Botticelli, Dalí, Degas, Goya, Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, entre otros); faltando algunos otros por mencionar, como Picasso, Renoir, Rubens, Velázquez y Van Gogh, y que, dicho sea de paso, a no todos ellos dedicaré un espacio.

 

Los hombres ilustres vale la pena mencionarlos; habrá otros no tan ilustres y que, sin embargo, se mencionan, pues de una forma u otra han intervenido de cierta manera en el destino de la humanidad. Hoy, mientras tanto, nos avocaremos a conocer un poco más acerca de un gran personaje de la pintura universal, el holandés Harmenszoon Van Rijn, mejor conocido como Rembrandt.

 

 

La familia

 

Se dice que muchas de las cosas personales de uno provienen de casa, lo cual no siempre es enteramente cierto. El padre de Rembrandt era un acomodado molinero, miembro de una burguesía nórdica, que se interesaba más por los quesos que por los lienzos.

 

A su padre lo que realmente le interesaba era el negocio de los quesos y la leche, poco le interesaba la pintura. Y fue precisamente en este mundo en el que naciera Rembrandt, en un mundo de comodidades, a la vez que de continuo contacto con la gente del pueblo. Un hombre que sabía acerca de la vida de los molineros, de las muchachas robustas y rollizas, y de los jóvenes fuertes y vigorosos que vendían tales productos como son el queso, la mantequilla y la leche.

 

 

Educación y vida

 

Si bien Rembrandt tuvo una educación algo descuidada (aunque no tanto como algunos afirman), lo cierto es que nuestro personaje ingresó en 1613 a una escuela de latín, y siete años después, en 1620, se inscribió en la Universidad de Leyden, famoso centro de estudios en toda Holanda.

 

Su permanencia en este lugar no iba a ser por mucho tiempo, y esta corta estancia no se debía a que fuese mal estudiante, sino que simple y llanamente los estudios no le interesaban; Rembrandt tenía otros proyectos, otras aspiraciones, y deseaba dedicarse por completo a la pintura.

 

 

El inicio en su carrera

 

Aunque se sabe que desde chico gustó de la pintura, Rembrandt se inicia prácticamente, en 1621, en el taller de Jacob van Swanenburgh, en Leyden. Tres años más tarde se instalaría durante seis meses en el taller de Pieter Lastman, en la propia ciudad de Amsterdam. Sería tiempo de práctica, y tiempo de adquirir conocimientos; tiempo para aprender, tiempo para vivir.

 

Así fue como Rembrandt siguió, hasta que, en 1625, se independiza, poniendo un taller compartido (esto se dice o se presume) con un talentoso joven pintor de nombre Jan Lievens, a quien se conocía por su arrogancia y sus modales presuntuosos. Era esto, tal vez, lo que le abriría las puertas a la fama, y la ventana al mundo de los grandes.

 

No cabe duda que Rembrandt era un genio, pero también es cierto, que fue precisamente esta última experiencia la que le abrió a éste las puertas de diversos círculos sociales. La arrogancia en los pintores, a veces, como que impresiona a los componentes de la «élite» y esto los hace ser aceptados (ya que de una forma u otra comparten los mismos vicios); pronto, Rembrandt sería aceptado por las altas clases sociales...

 

Así, al hacer efecto sobre los poderosos, Rembrandt se abría paso entre los grandes. Había ahora muchos interesados en su pintura, entre ellos el famoso estadista Constantin Huygens, quien había visitado a los dos jóvenes en 1629, quedando entusiasmado con los logros de ambos. Poco después, Rembrandt estaría pintando para el gobernador provincial de Holanda!

 

 

Su vida en Amsterdam

 

Allá por 1639, Amsterdam era considerada la urbe más capitalista sobre la tierra. Era un puerto con 150 mil almas donde se conglomeraba una población ávida de nuevas cosas, nuevas corrientes y nuevas impresiones. Una urbe donde se esperaba lo que se venía y se deseaba lo que se quería.

 

Por otra parte, Leyden le había quedado corto. Su mercado podía ser ahora más amplio, de ahí su decisión de mudarse a Amsterdam. A parte, Amsterdam era como la capital. Otro motivo era que su padre había fallecido (en 1630), y su amigo (Lievens) se había cambiado a Inglaterra. Rembrandt, por lo tanto, había optado por cambiar y vivir en esta gran ciudad: Amsterdam.

 

 

Rembrandt: el apoyo y el poder

 

Apoyo y poder siempre van relacionados. Alguien puede ser bueno; pero, si no recibe apoyo, difícilmente llegue a alguna parte. Por otro lado, se puede ser mediocre; pero, con algo de ayuda (ayuda que comúnmente viene de los poderosos, de los que ostentan el poder), siempre se puede lograr aunque sea algo.

 

Su relación con el poder (me refiero al poder, las autoridades), le fue, en términos generales, benéfica. Trabajó y pintó durante un largo período para el gobernador. Huygens, hombre sagaz e inteligente, lo tomó bajo su protección, apoyándolo y estimulándolo. Sin embargo, estos tiempos afortunados pasaron y cambiaron por otros menos promisorios.

 

El hombre de Leyden había dejado de figurar en primer plano y otros nuevos artistas y modas hacían su aparición. Una nueva corriente italianizante hacía su presencia. Rembrandt, por otro lado, se tornaba más sombrío, más interiorizante, cosa no muy grata al gusto del estadista.

 

El resultado fue que Rembrandt fue excluido de la lista de los proveedores de la corte. El ya no era uno de los artistas proveedores de obras. Había quedado relegado a un segundo plano. Ahora Rembrandt ya no formaba parte de la corte y los problemas pecuniarios se le venían cargando encima. Pero pronto hallaría otra salida, y esa «salida» era su ceder ante lo que el público quería. Al menos, por el momento, no había de otra...

 

 

Hacia la fama

 

Con su genio natural, su facilidad para a pintura, adaptándose también a los gustos en boga, nuestro personaje se fue, cada vez más, abriéndose paso por al camino de la fama. Rembrandt era un excelente retratista; pintaba, pues, por encargo, y se amoldaba, al mismo tiempo, a las exigencias de la clientela.

 

Recordemos que, por el momento, su máxima ambición era hacerse conocido, acumular riquezas, vivir bien. Parte de su «bien vivir» se debía a las clases que daba en su taller a alumnos de lo más selecto de la sociedad amsterdamés. Por otro lado, las obras de Rembrandt mostraban ya un espíritu personalísimo; en particular, una capacidad excepcional para la introspección, en los retratos; y una extraordinaria finura para captar estados de ánimo y representar caracteres.

 

 

Vida y matrimonio

 

No pudiera decirse que a Rembrandt le haya ido mal en su matrimonio. Una atractiva dote de 40 mil florines estaba a su vista. Claro, no hay que pensar que Rembrandt estuviese interesado en su dinero, amaba a Saskia (su esposa), y ella le correspondía.

 

Eran alegres, eran felices y sabían disfrutar la vida. Los primeros años de vida en común fueron de lo mejor; sin embargo, los problemas pronto se presentaron: eran problemas económicos. La pareja llevaba una vida bastante alegre y disipada. A pesar de los buenos ingresos del pintor, pronto aparecerían negros nubarrones.

 

Lo peor del caso que el problema fue acrecentándose debido a lo trágico de su descendencia: de cuatro niños que tuvieron, sólo uno, Tito, lograría sobrevivir. El niño vendría al mundo el 22 de septiembre de 1641, luego de lo cual las cosas se complicaron aún más. Saskia enfermó. El 14 de junio de 1642 moriría.

 

 

Entre éxitos y líos de faldas

 

El mismo año que falleciera su esposa Saskia (1642). Rembrandt terminó su magistral cuadro conocido como La Noche de Ronda. El pintor, de este modo, parecía sobreponerse a su desgracia, pero su éxito se vería empañado con un lío de faldas que le llevaría a amarguras, tumbos y desatinos.

 

Resulta que al morir Saskia, Rembrandt había conseguido a una viuda, Geertge Dircx, para que se hiciese cargo de Titus. Se trataba de una nodriza, que más que cuidar al niño terminó por cuidar al propio Rembrandt. Nuestro personaje se enamora de ella y le regala varias de las joyas que habían pertenecido a Saskia.

 

Tiempo después, Rembrandt contrata otra sirvienta, Hendrickje Stoffels, y también se enamora de ella. Celosa, Geortge le lleva ante los tribunales y le deja en mala situación. El responde de muy mala fe y trata de encerrar a su mujer de por vida en un reformatorio. La Stoffels se queda en casa del artista y demuestra ser una compañera ideal.

 

Sumisa, pero inteligente; activa, pero hogareña; Hendrickje se adapta perfectamente a su papel de apoyo para un genio en desgracia. Rembrandt nunca se casa con ella, pero viven felices. La razón de no casarse con ella fue que en caso de que lo hubiera hecho, hubiese perdido todo derecho a la herencia. Todo esto debido a la explícita declaración testamentaria hecha por Saskia.

 

 

Problemas y dinero

 

Según varios de sus biógrafos, Rembrandt gustaba del lujo. Había comprado un costosísimo caserón que nunca pudo pagar; que, como coleccionista de objetos antiguos y raros, resultó ser un manirroto; y que, además, carecía por completo de un sentido práctico de economía doméstica.

 

Por otro lado, es lógico, es evidente, que si se quiere hacer negocios con los ricos, con esos de la clase alta, es necesario llevar un tren de vida costoso. A Rembrandt le gustaba el lujo, le gustaba codearse con los ricos, y por lo tanto, gastaba mucho dinero. Además, Holanda estaba debilitada por el azote de continuas guerras. Todo había subido y a Rembrandt todo le resultaba más caro a la hora de la compra.

 

 

Entre pobreza y dicha

 

Rembrandt pasó la última parte de su vida sumido en la pobreza, semiolvidado entre los lienzos, entre los cuadros y las deudas que lo acosaban. Afortunadamente la Stoffels, Cornelia (hija de ambos) y Titus, lograron defenderlo del mundo exterior. Luego Tito, a quien el pintor idolatraba, muere en 1668; sin embargo, antes de morir, éste había alcanzado a dejar a su esposa embarazada, con lo que la estirpe del genial holandés se salvó de desaparecer. En cuanto a la pintura propiamente dicha, nuestro personaje alcanza su plena madurez con la técnica del claroscuro y la fuerte intensidad de su patetismo. Los excelentes autorretratos, los paisajes, La Lección de Anatomía del Profesor Tulp, son tan sólo una muestra de ello.

 

 

Períodos en que se divide su obra

 

La obra de Rembrandt se divide básicamente en tres períodos. Hasta 1631 toma «prestadas» las ideas de los retratistas más importantes de Holanda, como Thomas de Keyser, jugando mágicamente con luces y penumbras; y donde las superficies, a decir de los expertos, pareciesen esmaltadas. Ejemplo de este estilo es la Lección de anatomía del profesor Tulip.

 

Entre 1640 y 1654, en lo más alto de su esplendor, adopta tonos dorados y un raro fundido de luces y sombras, a menudo prescindiendo del color, o mejor dicho, tan sólo utilizando el blanco y el negro. Destacan en este período obras tales como los Cristos, La mujer adúltera, El buen samaritano y La ronda nocturna.

 

En la tercera etapa, Rembrandt hace un marcado énfasis en la introspección, utilizando diversos y audaces tonos de rojo y café, dando poderosos efectos dramáticos. Ejemplos de esta tercera etapa son probablemente los mejores autorretratos que se tengan de él, y la célebre Lección de anatomía del profesor Deyman.

 

 

 

El fin de la historia

 

Habíamos vista que los problemas económicos de Rembrandt habían sido severos. Gustaba de gastar más de lo necesario. Problemas de faldas, la muerte de sus seres queridos, todo esto le afectaba. En 1657, un año después de declararse en quiebra, tuvo que someterse a la subasta de sus bienes.

 

Luego contemplaría la partida de sus seres amados. Hendrickje muere en 1663; Titus, su hijo, lo hace cinco años después. Su vida iría extinguiéndose hasta finalmente morir el 22 de marzo de 1669. Un gran hombre había muerto. Un gran retratista se había ido. Un hombre de gran mentalidad innovadora, un paisajista estupendo, un magnífico pintor y grabador holandés cuyo nombre fue Rembrandt.

 

Artículo aparecido en el periódico “El Porvenir” de Monterrey, México, el 22 de octubre de 1990.

 


 

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