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Grandes Personajes

 

 

Miguel Ángel

 

Federico Ortíz-Moreno *

 

 

Pintor, escultor, arquitecto. Tal vez el más grande artista de todos los tiempos. Su talento excepcional, su
genio violento, su arte atesorado en un alma llena de pasión y de recreo. Eminente figura de la aristocracia
y del renacimiento, él fue el único e inigualable Miguel Ángel Buonarroti.

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Por el correr del tiempo

 

Acababa de morir Lorenzo de Médecis, aquel a quien llamaban el Magnífico, y la gente se preguntaba cómo sería aquel que le sucedería. Lorenzo había sido un ferviente admirador de los artistas, les apoyaba, les daba la mano y, en fin, velaba por ellos.

 

Pedro de Médecis fue su sucesor. Se decía que era un hombre inculto, que le gustaba reír y mofarse de los demás, pero nadie era alguien para juzgarle. De pronto, un muchacho, un joven de nariz aplastada, expresión hosca y carácter difícil, se acercó para conocerle.

 

Se trataba de un talentoso joven, descubierto por Lorenzo, quien fue a buscar a este nuevo protector. Se dice o se cuenta, que estaba nevando intensamente, y apenas supo Pedro de Médecis que alguien se acercaba para ponerse a su servicio, ordenó que se le dijese a este muchacho que saliera al jardín e hiciese un monigote de nieve.

 

Hubo un momento de vacilación entre los cortesanos. ¿Cómo reaccionaría este muchacho que tanto estimaba su arte? Pero sin mostrar la menor sorpresa, ni decir «agua va», el muchacho empezó a ejecutar con docilidad la tarea encomendada: hacer un mono de nieve.

 

Este muchacho, un incipiente artista, no era conocido, pero sí con el suficiente carácter como para haber podido despreciar e indignarse con el anterior ofrecimiento. Sin embargo, los artistas del Renacimiento estaban obligados a acatar los caprichos más absurdos de sus protectores. Esto lo sabía todo mundo, incluido él, este muchacho, de nombre Miguel Ángel Buonarroti.

 

 

Miguel Ángel

 

Su nombre fue Miguel Ángel; en italiano: Michelangelo. Nace el 6 de marzo de 1475 en Caprese, territorio florentino. Su padre era un burgués semiarruinado y de supuesta estirpe aristocrática, y no era (su padre) muy inteligente, que digamos. Su madre, por otro lado, falleció cuando Miguel Ángel apenas si contaba los 6 años.

 

Todo esto, aunado a muchas otras cosas más, propició un carácter algo extraño en el artista. Hosco, huraño y solitario, nuestro personaje fue creándose desde el principio una personalidad de rasgos opuestos a los que particularmente poseen los jóvenes normales. Sus gustos o tendencias por jóvenes (hombres del mismo sexo) era cosa que particularmente -se dice- atraía a Miguel Ángel.

 

 

Su inicio como artista

 

Su vida está plagada de detalles importantes. Ya desde el comienzo Miguel Ángel se ve en problemas para poder hacer lo que deseaba; el primero de ellos: enfrentarse a su padre, que se oponía a la pintura. Sin embargo, Miguel Ángel resuelve este problema. Sería respetuoso con el viejo Nicer Ludovico Buonarroti (su padre), así como con sus demás familiares, que llegan hasta el punto de explotarlo.

 

Pintor, escultor y arquitecto, eso fue Miguel Ángel; pero, para llegar a esto, habría que tallarse. Hacerse a una posición como artista italiano en los siglos XV y XVI no era nada fácil; había una ardua y feroz competencia entre todos aquellos brillantes talentos de la época.

 

 

Con Lorenzo de Médecis

 

En 1498 entra al taller de Guirlandaio, como escultor. Eran los primeros pasos, en firme, que daba Miguel Ángel. Y llegó el momento en que progresó tanto que llamó la atención de Lorenzo de Médecis, que le tomo bajo su protección. Le llevó a su palacio y le integró al cultísimo círculo de sus allegados.

 

Aquí permaneció buen tiempo. La vida para Miguel Ángel era más placentera. Aprendía e iba teniendo, al mismo tiempo, contacto con gente de la alta sociedad, ya no sólo de ese lugar, sino de Italia entera. Sin embargo, había algo que molestaba en todo esto: su mal carácter y su genio. Esto le llevaría a aquel penoso incidente «gracias» al cual guardaría una marca para toda su vida... ¡la nariz aplastada...!

 

 

El asunto de la nariz

 

Resulta que había un no muy amigo suyo, de nombre Torrigiani, con el cual Miguel Ángel no se llevaba nada bien. Torrigiani era un muchacho corpulento, un verdadero gigantón, que consideró a Miguel Ángel un insolente, por algunas cosas que había dicho y le había hecho.

 

Cansado de ello, Torrigiani empleó la fuerza y descargó un golpe tan potente en la nariz del pobre Miguel Ángel que dejó a éste no sólo tendido en el suelo, sino con la nariz toda rota y fracturada. Así pues, Miguel Ángel, un exaltado admirador de la belleza, quedó sumergido en su propia fealdad.

 

 

En Roma

 

Y siguieron los años. Muere, su protector, Lorenzo el Magnífico, en 1492. Buonarroti, que poco tiempo atrás se había ido tras un fraile, no tiene más remedio que luchar por subsistir. Ya no tenía ese apoyo económico, y no sólo de prédica podría vivir.

 

Decide, pues, trasladarse a Roma; aunque no porque quisiese ir allá voluntariamente, sino porque la vida política de su tiempo así lo exigía. Recorre varias partes: huye a Venecia, se dirige a Bolonia, regresa a Florencia, y se instala, finalmente, en Roma.

 

Esta última ciudad (Roma) se encontraba bajo el dominio de los Borgia. Había sus conflictos y se necesitaban, como en todas partes, «palancas». Sin embargo, Miguel Ángel logra encontrar la tranquilidad suficiente para encerrarse a trabajar en sus obras. Alcanza la madurez que antes le había faltado y logra allegarse de mecenas y protectores.

 

En 1498 celebra un contrato para realizar su única escultura firmada y una de las más famosas y bellas obras de todos los tiempos: La Pietà (La Piedad). Luego, en 1501, Miguel Ángel vuelve a Florencia, en donde, además de realizar una de sus mas connotadas esculturas, el David, pronto se hizo famoso por originalidad, genialidad y belleza de trazo y golpe escultórico.

 

 

Entre los Papas

 

Fueron muchos los Papas para los que trabajó Miguel Ángel Buonarroti, entre ellos Julio II, León X, Clemente VII y Paulo III. Había habido por ahí un pleito encontrado con un tal arquitecto Bramante. Julio II le había pedido a Buonarroti que le construyera un Mausoleo.

 

Bramante había intervenido frente al Papa para sugerirle que suspendiera dicho proyecto. La obra se detuvo, Miguel Ángel nunca vería terminada esta obra, pues a la muerte de Julio II nadie se interesó por su tumba. Sin embargo, algo sucedería después: se le encargaría a Miguel Ángel la decoración de la Capilla Sixtina.

 

Se suponía que Buonarroti era hábil para la escultura, mas no para la pintura. Y, según parece, Bramante lo quería «quemar»; pero no fue así. El tiempo pasó y hoy todos sabemos acerca de este genio de la escultura y la pintura como fue Miguel Ángel.

 

 

Sobre la obra

 

La verdad es que Miguel Ángel no quería realizar este trabajo, pero el Papa se lo ordenó, y el no tuvo más remedio que cumplir. Este Papa, se sabe, era de un genio tremendo, quería con toda firmeza que se le obedeciese. Miguel Ángel no siempre se prestaba a sus caprichos, pero tampoco Julio II se dejaba.

 

Claro que Miguel Ángel tenía mucho la culpa. Un día el Papa irrumpió en la capilla (deseoso de ver la obra ya terminada) y le preguntó a Miguel Ángel: -¿cuándo estará ya terminada?», a lo que el pintor le respondió desde el andamio: «¡Hasta que yo esté satisfecho con mi obra...!». De ahí a que un día viendo lo obcecado, grosero y mal genio que tenía Miguel Ángel, Julio II le pegó en la cabeza con un bastón. Luego, ante la negativa de Miguel Ángel a continuar en su obra, amenazó con tirarlo del andamio si no proseguía.

 

 

Nuevamente entre los Papas

 

En 1513 falleció Julio II y fue sucedido por León X. Y, como suele suceder, en estos casos, Miguel Ángel había cifrado algunas esperanzas en el nuevo papa; algunas de ellas, tal vez, muy por encima de sus expectativas. Lógico es suponer, también, que los sueños, sueños son. No siempre los sucesores contratarán o darán cabida a la misma gente.

 

¡Muerto el rey, viva el rey! Vendrían nuevas personas (como ahora vienen nuevos funcionarios, contratistas, consejeros, asesores y proveedores). León X estaba deslumbrado por el arte de Rafael. Se dio cuenta de su talento y relegó a Miguel Ángel a un segundo término.

 

 

Los siguientes años

 

Entre 1520 y 1521 murieron tres grandes hombres: León X, Leonardo da Vinci y el propio Rafael. El camino se había acortado; una vez más la situación para nuestro biografiado podía tornarse en buena. Y así fue... aunque sólo por algún momento. Apenas comenzaba cuando, en 1523, Clemente VII, el nuevo jerarca de la Iglesia, hizo nuevos encargos a Buonarroti.

 

Miguel Ángel hubiese querido continuar con el Mausoleo, tanto por inclinaciones artísticas, como porque enfrentaba un pleito judicial con los herederos de Julio II, quienes alegaban que el monumento ya estaba pagado, pero aún no estaba concluido. Es entonces que Miguel Ángel busca otros rumbos.

 

En 1529 retorna a Florencia como Comisario de Fortificaciones, ya que su ciudad natal se hallaba en guerra. Luego, siendo derrotado su bando, huyó a tiempo y se instaló en Venecia. Su pleito, ahora con Clemente VII, continúa. Permanece un tiempo escondiéndose y sólo, en 1533, puede trasladarse nuevamente, ya en forma definitiva, a Roma.

 

 

La Capilla Sixtina

 

No cabe duda que uno de los trabajos más impresionantes que haya dejado Miguel Ángel ha sido el de la Capilla Sixtina, sobre todo el pasaje bíblico concerniente al Juicio Final. Un trabajo que se inicia en 1541 y que hace de Buonarroti, todo un portento de artista.

 

Una paradoja -se pudiera decir- en la vida de este gran artista; ya que él siempre había dicho, que la pintura jamás le llegaría ni a los talones a la escultura. Pero, así son las cosas, el genio de Miguel Ángel iba mucho más allá de todo lo demás.

 

 

El juicio final

 

Son varios los pasajes bíblicos que se dejan apreciar en la Capilla Sixtina. Si va a Roma, no deje de ir al Estado Vaticano, y ahí justo a la derecha de la Iglesia de San Pedro, podrá admirar esa hermosa capilla (terminada en tiempos de Paulo III), y que guardan los frescos y pinturas de Miguel Ángel.

 

El Juicio Final es una de sus máximas expresiones. Mucha gente le aplaudió. Sin embargo, este entusiasmo de muchos molestó a otros. No sólo salieron a relucir los inevitables envidiosos, quienes dejaron escapar sus mordelonas y venenosas lenguas. También los moralistas se manifestaron escandalizados por el uso y abuso del desnudo en el interior de la capilla. Tan fue así que tiempo después algunos de ellos hubieron de ser tapados con algunos lienzos, otros más hasta pintados.

 

 

Miguel Ángel: una vida disipada

 

Son tantas las cosas que se dicen de los artistas, que creer que Miguel Ángel fue «esto» o «aquello» a nadie inquietaría. En realidad, se escribe que fueron innumerables los amores que tuvo Miguel Ángel: amores con jóvenes de su mismo sexo... Pero habría que aclarar algo. Recuérdese de los griegos y de los árabes donde el homosexualismo no era del todo mal visto. Era, si no bueno, tampoco era visto como malo. En pocas palabras les era indiferente.

 

Recordemos que, en aquel tiempo, con el resurgir del platonismo, el gusto por los efebos (por los jóvenes) era apenas considerado un mal menor. Pero, por otra parte, aclaremos, se dice que Miguel Ángel se pasaba de lo «normal» y esto ya no era tan bien visto.

 

Tommaso de’ Cavalieri a quien dedica múltiples dibujos y poemas fue uno de sus amores, luego vendrían mas amantes. Y es que Miguel Ángel quería estar con alguien, y sólo la fuerza de un hombre le hacía sentirse artista. Un biógrafo escribe: «Miguel Ángel cortejó a otros muchos jóvenes; algunos con verdadera furia. En cambio, jamás se enamoró de una mujer».

 

 

Aunque sí hubo una mujer...

 

Es obvio que en la vida de todo hombre (me refiero al género humano, tanto al hombre como a la mujer) existan en su vida personas importantes tanto hombres como mujeres. En el caso de Miguel Ángel hubo una mujer por la que sintió principal atracción y simpatía. Ella fue Vittoria Colonna, una viuda culta e inteligente a quien conociera en 1547.

 

Ella reconocía el genio de Buonarroti, él le entregaba la más cálida de sus amistades. Platicaban mucho y sobre muy diversos temas. Esto enriquecía a Miguel Ángel, quien con más ahínco pintaba y esculpía. Se dice que jamás la amó en el sentido estricto de la palabra; pero, eso sí, le tuvo un enorme aprecio. La muerte de Vittoria fue para Miguel Ángel una de las más tristes de sus tragedias.

 

 

La Basílica de San Pedro

 

Obra cumbre de Miguel Ángel fue la Basílica de San Pedro. En 1547, dando por terminado el Mausoleo de Julio II, se le daría carta abierta para la construcción de la Basílica de San Pedro. Miguel Ángel sintió una gran satisfacción. ¡El, que no era arquitecto de profesión!

 

Y lo hizo. Miguel Ángel empezó a trabajar en los planos que en un principio había visto León X. La basílica se concluyó, pero así finalizó también la vida de este notable hombre que el 18 de febrero de 1564 fallece en la ciudad de Roma.

 

 

Vida y estilos

 

Fue la propia vida la que envolvió a Miguel Ángel quien con sus problemas, sus sentimientos, sus tendencias y locuras plasmó en los lienzos, en las paredes y en el mármol su vida interna. Sus desnudos masculinos fueron pasiones, no con intenciones propiamente eróticas, sino como medio de expresión a lo que sentía.

 

La fuerza de sus líneas, el sólido y exacto golpe del cincel y del martillo, las figuras y las formas que se dejan ver en obras tan importantes como La Piedad, El David, Moisés y otras, son muestra del talento, la destreza y el drama al que podía llegar este gran artista.

 

Sus pinturas, sus frescos, sus detalles, toda la obra en sí es avasalladora. Obras como La conversión de San Pablo, El Juicio Final, La Crucifixión de San Pedro... Obras geniales, producto de un genio y de un hombre como fue Miguel Ángel Buonarroti.

 

Artículo aparecido en el periódico “El Porvenir” de Monterrey, México, el 18 de junio de 1990.

 


 

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