Ven a mi mundo

 

Grandes Personajes

 

 

María Antonieta

 

Federico Ortíz-Moreno *

 

 

Reina de Francia. Una figura en cuyo entorno pululaban los príncipes y caballeros de noble cuna,
y que junto a ella se enriquecieron y arruinaron la monarquía. Un personaje como sacado de cuentos
de leyenda. Figura principal de la última década del siglo XVIII. Ella fue María Antonieta.

 

 

 

 

 Entre tablados

 

Cuán curioso es adentrarse un poco entre los muros y paredes de esos supuestamente grandes personajes y saber en forma cierta el cómo viven: sus apetitos, sus gustos, sus miedos, sus deseos, sus tentaciones, sus miedos, sus inclinaciones, sus amores, sus aventuras y hasta sus desventuras.

 

Digo que es curioso, porque la mayoría de nosotros pudiese pensar que estos seres a quienes hoy llamamos «grandes personajes», también tuvieron sus sufrimientos y también sus «poses» quijotescas, de grandiosidad mal entendida o de avasallamiento que rayaba en un «importapoquismo» hacia su gente y hacia su pueblo.

 

Hay ocasiones que estos mismos personajes, al vérseles en situaciones normales, tras bambalinas, en realidad, son otros. Algunos pudieran aparentar ser muy fuertes, cuando, en realidad, no lo son. Qué pudiéramos decir de un político de segundo nivel (que teniendo un buen grado de importancia) es otro ante su jefe.

En las monarquías sucedía lo mismo. Hoy sigue sucediendo. Los tejes y manejes que se daban en las salas de los palacios, muchas veces en las alcobas de los amantes, eran, como ahora, siguen siendo, la comidilla del día. Nadie estaba exento a la mirada de los demás. Todos estaban bajo un mismo ojo, el del pueblo y el de sus allegados.

 

 

La archiduquesa

 

Fueron cosas de la vida lo que cambió de pronto la vida de toda Francia. Una reina entre vulgar y alegre, ingenua y simplista, cándida y picaresca. Una persona que cambiaría la vida de Francia. Una mujer que vendría de otro lugar y sería nombrada reina de Francia.

 

Su título nobiliario era el de archiduquesa. Su nombre completo fue María Antonieta Josefa Juana de Lorena y nació el 2 de noviembre de 1755 en el Palacio Imperial de Viena. Hija del emperador de Austria Francisco I y de María Teresa, María Antonieta fue apadrinada por sus hermanos José y Mariana, en nombre de los reyes de Portugal.

 

La emperatriz María Teresa y su esposo Francisco tuvieron dieciséis hijos y Austria no se conmovió por una archiduquesa más. De cierto modo, como que esto, poco les importaba. De ahí a que la infanta María Antonieta no haya recibido una educación, que pudiera llamarse, escrupulosamente buena.

 

Los archiduques austríacos tuvieron como sede educativa el Palacio de Schoenbrunn, una residencia de caza situada a unos seis kilómetros de Viena. El lugar es un verdadero sitio de descanso: parque, jardines y fuentes. Todo un conjunto habitacional, un auténtico palacio reedificado y embellecido por María Teresa.

 

 

La futura María Antonieta

 

Se sabe que mientras la emperatriz se entregaba de lleno a las tareas del gobierno, Francisco de Lorena se encargaba de la atención de sus hijos. Luego, a la muerte de éste, en 1765, no es extraño que la educación de María Antonieta se alejara mucho de la perfección que todo esto suponía.

 

María Antonieta era una niña alegre y juguetona, bonita y pizpireta; era algo distraída, pero esto se entendía. Por otro lado era inteligente, sin llegar a ser sobresaliente. No era una persona inclinada a ocuparse de cosas serias, simplemente iba tomando las cosas a como iban pasando.

 

Y es esta persona, frívola e ignorante, la que iría a ser el símbolo de alianza entre Francia y Austria. Una mujer que con ideas y sus caprichos, su educación o falta de ella, su ambición o su «dejarse llevar», condujo a una nación al desembarazo de su propia reina.

 

 

Los antecedentes

 

Austria, regida desde 1740 por María Teresa, se veía asediada por las ambiciones de Federico II de Prusia. Francia estaba en constante pugna con Inglaterra a causa de las colonias. La alianza entre Rusia e Inglaterra produjo inevitablemente la de Austria y la de Francia, alianza efectuada en 1756 por medio de un tratado, mediante el cual, después de siglos de rivalidad, ambas naciones volvían a unirse.

 

El canciller Kaunitz, consejero de la emperatriz, y Choiseul, ministro de Luis XV, rey de Francia, decidieron la necesidad de arreglar o concertar un matrimonio entre dos miembros de ambas familias reales. Se empezaron las consultas y los elegidos fueron el nieto de Luis XV, llamado Luis, y María Antonieta, la hija de María Teresa.

 

Luego, empezaron las negociaciones formales. Los planes matrimoniales se iniciaron en 1766. Todo esto, entre Choiseul y el embajador austríaco en París. Tres años más tarde todo estaba arreglado. Definitivamente ellos habían sido los elegidos: María Antonieta tenía catorce años, cuando el rey de Francia pidió oficialmente su mano para su nieto, el futuro Luis XVI.

 

 

Una nueva educación

 

Es indudable que la archiduquesa debía ser educada para ser reina. Muy pronto tendría que pasar de la vida libre y familiar a la que estaba acostumbrada en Viena, a la vida típica y ceremonial de la corte francesa.

 

Su instructor, el abate Vermond era quien se encargaba de la educación de la princesa. Veía que era muy viva y de gran ingenio, pero bastante distraída y perezosa. Tenía instrucción escasa y, a pesar de todo, era simpática y encantadora.

 

Sus primeras lecciones fueron sobre literatura y dominio de la lengua francesa. Intentaba a acostumbrarla a concentrar su atención en asuntos de interés general, pero poco conseguía. María Antonieta era una muchacha muy inquieta.

 

 

La boda

 

La boda se celebró por poderes, en Viena, el 19 de abril de 1770. A continuación María Antonieta partiría hacia su nuevo país. Su madre le había despedido otorgándole buenos consejos que habría de proseguir brindándole durante toda su vida, aunque la mayoría de las veces ante la total indiferencia de su hija.

 

Y se llegó el día. En una isla del Rin cercana a Estrasburgo, la novia fue entregada a una comisión francesa, de la que formaba parte la condesa de Noailles. En el bosque de Compiègne la esperaban los dos Luises, el rey y el delfín (título que se daba al primogénito del rey de Francia desde 1349), su nieto.

 

Luego, rodeados de bandas de música y una inmensa alegría, marcharon hasta Versalles, lugar donde se celebraría el auténtico matrimonio, el 16 de mayo de 1770. Ahí empezaría la delfina de Francia a vivir en ese escenario grandioso que era Versalles. Un lugar lleno de aduladores y gente intrigante, un sitio sumergido en una vida fantasiosa.

 

 

La corte de Versalles

 

La corte se hallaba, como ya dije, en Versalles, a poca distancia de París. Ahí, en el palacio real, lujoso y gigantesco, aquella niña (y ni tan niña...) de quince años, iba a ser la primera dama. Mientras, por el otro lado, Luis XV era viudo; sus hijas eran tres solteras intrigantes y había otra mucha gente que no encajaba, aunque sí molestaba.

 

La condesa du Barry, favorita del rey, no puede actuar de hecho como reina. Por eso, María Antonieta se ve convertida en el centro de una sociedad llena de etiquetas, que ella no puede ni quiere aceptar. Era demasiado para ella. Considera que es mucho pues se ve abrumada por un cargo repleto de obligaciones, la mayoría de las cuales no sabe comprender.

 

 

Los primeros años

 

En 1722 fue nombrado embajador de Francia en Viena el príncipe Luis de Rohan, más tarde cardenal, hombre de vida escandalosa, que con el tiempo habría de resultar de los más funestos en la vida de María Antonieta (por aquello del «caso del collar»).

 

Tres años viviría María Antonieta en la corte francesa sin visitar París. El camino de Versalles a la capital no era largo, unas seis horas a pie, dos horas apenas en un buen coche de la época. Lo cierto era que María Antonieta, claro que tenía ganas de conocer París, pero las etiquetas versallescas exigían grandes sacrificios: había que preparar de antemano todo.

 

Luego, además de las etiquetas, había otras cosas que retrasaban el viaje. Ya no solamente se trataba de preparar una fiesta espectacular para celebrar la entrada de los delfines. Ahora eran otros los motivos. Los parientes más próximos del joven Luis, sus tres tías, sus hermanos los condes de Provenza y Artois y sus respectivas esposas, y también la favorita del abuelo, la condesa du Barry, sonríen, miman y adulan a María Antonieta, pero desean que permanezca ingenua y maleable (esto, claro, con el fin de controlarla).

 

Temen que el viaje a París deslumbre a la joven y le haga comprender el magnífico porvenir que le espera. Temen que el homenaje del pueblo francés le muestre la categoría de que gozará cuando llegue a ser coronada reina. Y así fue como sucedió: la vida de París deslumbró a María Antonieta.

 

 

La entrada a París

 

La entrada se efectuó el 8 de junio de 1773. Acompañada de su esposo, María Antonieta recorrió el camino, de Versalles a París, en medio de gritos y aclamaciones. Su entrada fue hecha entre el retumbar de los cañones, recibiendo el homenaje de las autoridades.

 

La gente se le entregaba. Flores, pañuelos y otras muestras de cariño y simpatía. Así era como llegaba hasta el palacio de las Tullerías, donde miles y miles de franceses le aclamaban considerándola ya la futura reina, en quien ponían todas sus esperanzas.

 

 

Los viajes de María Antonieta

 

A partir de aquel día los viajes de María Antonieta a París fueron constantes. Eran viajes nocturnos, en busca de diversiones y placer. Ella, se divertía; su esposo, en cambio, se quedaba en casa. A ella le acompañaban sus cuñados, en especial el joven conde de Artois. Él, el joven Luis, hombre metódico y apocado, prefería el calor de hogar que los bailes y las fiestas a que era ahora tan adicta su joven esposa.

 

 

De delfina a reina

 

Cuatro años fue María Antonieta delfina de Francia; en 1774 dejaría de serlo para convertirse en reina. El 10 de mayo de ese año moriría, víctima de viruela, el viejo Luis XV. Un nuevo mundo se abría ante María Antonieta y para los franceses.

La muerte del rey era para sus súbditos un alivio. Ahora tendrían como guía un joven del que todo se esperaba; su sencillez y su modestia prometían días de bienestar para la pobre y decaída Francia, pero ni Luis XVI ni su esposa se preocuparon de Francia.

 

 

El reinado

 

El rey tenía veinte años cuando subió al trono; era alto, rechoncho, torpe y tímido; la caza era para él más interesante que cualquier otra cosa, incluidos los asuntos del Estado. La bondad y la buena voluntad eran sus virtudes, pero ambas se veían opacadas por una inteligencia bastante mediana y un carácter pusilánime.

 

María Antonieta, por otro lado, a quien su madre no dejaba de aconsejar por carta para que se interesara por el gobierno de su país, rindió sus buenas cualidades ante la pereza y vanidad. Jamás quiso molestarse por dirigir la política francesa y sí, en cambio, llamar la atención en el campo de la coquetería, los trajes, los peinados, los bailes y los juegos, que eran su mundo.

 

 

La consagración de Luis XVI

 

La consagración de Luis XVI se efectuó el 11 de junio de 1775 en la catedral de Reims. La vida de los reyes continuó siendo la misma. Ella viajando y divirtiéndose en París, él quedándose en Versalles. Ella teniendo a su disposición una servidumbre propia, vestida con librea rojo y plata; él aguantando sus caprichos.

 

Y es obvio que pronto surgirían los problemas. Durante largo tiempo los juegos de azar fueron para María Antonieta una de sus diversiones favoritas. El rey no estaba de acuerdo, se lo había prohibido, pero ella poco le hacía caso. Ella era la reina y tenía que divertirse.

 

Empiezan, pues, a surgir los problemas. Ya no solo eran sus escapadas, los juegos de azar, los bailes u otras cosas más íntimas. María Antonieta buscaba ante todo tener un juguete, algo con qué tener que divertirse. Luis XVI le cede un pequeño palacete, llamado el Trianón. Un lugar situado cerca de Versalles, que pasaría a ser de su propiedad particular.

 

Construye en él un parque, una aldea, un lugar cual si fuera su propio reino donde satisfacer sus caprichos y sus más caros deseos. Un lugar donde mandase construir su propio teatro, en el que a veces actuaba la propia reina y varios nobles de la corte. Un lugar, que en su conjunto, tuviese un costo aproximado de dos millones de libras esterlinas (¡y de aquellos tiempos...!).

 

 

Los despilfarros

 

Los despilfarros de la corte eran exagerados. Al principio del reinado se había intentado resarcir la economía, pero los programas, como los «pactos», no habían tenido efecto práctico alguno. Había, como lo sigue habiendo ahora, infinidad de cargos palaciegos; la casa civil del rey estaba compuesta por 4,000 personas , y, la militar por 10,000 individuos.

 

Además, los sueldos reglamentarios, las pensiones y los donativos, los subsidios y los sobresueldos ocasionaban grandes dispendios. Por ejemplo, en una semana se llegaban a otorgar 128,000 libras de pensión exclusivamente en lo que concernía a las damas de la corte.

 

 

El matrimonio

 

En 1777 aún no se había consumado el matrimonio de Luis XVI y María Antonieta. El peligro que acechaba a la reina, rodeada de jóvenes galantes, era evidente. Algo se tenía que hacer. Ese año visita Francia José II, emperador de Austria, junto a su madre María Teresa.

 

Nuevamente la madre de María Antonieta le hace ver que tiene que hacer algo. Su hermano también hace lo mismo. Le dan buenos consejos, aunque ella poco los toma en cuenta. Deseaban que fuese una reina dedicada, trabajadora y razonable, pero María Antonieta como que no era de ese carácter.

 

Si bien no lograron mucho en sus consejos, lo que sí lograron fue que con sus reflexiones condujeran a María Antonieta a la consumación del matrimonio. El 19 de diciembre de 1778 nacería una princesa y, aunque no era el ansiado heredero al trono, las fiestas fueron innumerables.

 

María Antonieta, al menos algo había cambiado, aunque no de todo. Cariñosa y amable, sintió desde el primer momento los impulsos del amor maternal, pero no por eso abandonó su vida de diversiones. Las reuniones del Trianón continuaron. Los despilfarros siguieron igualmente y en mayor cantidad. Los cargos y el dinero todo esto implicaba para María Antonieta fueron una de las causas más importantes de la impopularidad de la reina.

 

 

Nuevos problemas

 

En 1778 empieza a frecuentar las reuniones de la reina un noble sueco: el conde Hans Axel de Fersen. Estudia y viaja por Europa y se detiene en Versalles. Conoce a la reina, se interesa por ella y empiezan las murmuraciones. No se sabe a fondo con certeza la cuestión de las relaciones entre Fersen y María Antonieta; de lo que no cabe duda es la ayuda y gran consuelo que le dio durante sus tiempos de desgracia.

 

En 1780 muere la emperatriz María Teresa. Con ella desaparece la que fuera la mejor guía para María Antonieta. Al año siguiente nace el delfín que esperaba Francia. Fiestas espléndidas celebran el nacimiento del príncipe, que sólo viviría ocho años.

 

No todo terminaba aquí. La guerra entre los ingleses y los americanos terminó en 1783, Inglaterra reconocía la independencia de Estados Unidos. Francia tomaba nota. Su situación empeoraba y se iba desarrollando en ella el espíritu que daría lugar a la Revolución.

 

Había muchas causas que habían ayudado a ello. En primer lugar hay que tener en cuenta la labor de los escritores franceses quienes con sus anhelos de reforma y sus ataques a la constitución de la sociedad de la época estaban haciendo añicos a María Antonieta y la forma en cómo se conducía el gobierno de su esposo. Todo era ya insoportable.

 

 

¿Hasta cuándo?

 

Esta era la pregunta que se hacían todos los franceses, ¿hasta cuándo? Lo cierto es que estaban hartos de la situación, ésta era insoportable. La economía estaba por los suelos, los precios subían, no alcanzaba para nada. Se prometían muchas cosas, se hacían pactos, se hacían alianzas, pero todo era inútil, las promesas y los esfuerzos de nada servían.

 

La situación económica de Francia era inaguantable: la administración confusa y heterogénea, estaba dominada por la trivialidad y la corrupción; la justicia se administraba de un modo sumamente parcial y arbitrario; la nobleza y el clero poseían privilegios de abuso; el comercio estaba lleno de trabas; el campesino y el obrero se hallaban en la miseria y pedían pan como primera solución a sus problemas.

 

A pesar de todo, los franceses no pensaban todavía en una República. Todas sus ansias iban encaminadas a reorganizar la monarquía, a reformar la administración del país en todos sus aspectos. Aún creían en que los de arriba podían hacer algo, pero poco a poco se dieron cuenta de que no era así.

 

 

Cunde el descontento

 

Y empezó realmente a cundir el descontento. Una de sus primeras salidas fue contra la reina. Las fiestas, las diversiones y la indiferencia de María Antonieta hacia el pueblo le hicieron perder el cariño y la admiración de éste. Si en un principio se le veía como una niña o una reina ingenua y divertida, pasó a ser todo lo contrario. María Antonieta era para ellos la peor de las reinas. Una mujer que no servía para nada, que sólo le gustaba derrochar dinero en sus propios gustos y pasiones.

 

En marzo de 1785 nace el príncipe Luis, que había de ser proclamado delfín a la muerte de su hermano. Al año siguiente tuvo María Antonieta su último hijo, la princesa Sofía Beatriz, que sólo vivió once meses. El mismo año del nacimiento de su segundo delfín habría de soportar la reina una larga serie de problemas y contratiempos, entre ellos, el «asunto del collar» (que por falta de espacio me es imposible, aquí, explicar).

 

Se trataba de un collar valuado en una altísima cantidad de dinero. La reina no lo puede comprar, pues su marido se opondría a ello. Intervienen varios estafadores, entre condesas, damas y caballeros. También involucran a un cardenal. El collar nunca llega a su destinatario. Unos cuantos son los que se hacen ricos y la culpa recae sobre María Antonieta.

 

 

La debacle

 

El proceso del collar sirve para poner a la luz del día muchas intimidades -unas falsas, otras verdaderas- de la corte francesa. La reina se convierte en símbolo de la decadente monarquía y se concentra en su persona todo el odio del pueblo.

La situación financiera se agrava día a día. Las reformas, pactos y alianzas intentados por los ministros no conducen a ningún resultado práctico. El desorden imperaba en todas partes, todo mundo criticaba y nadie obedecía; el pan faltaba y el dinero se había agotado. La situación es inaguantable y se convoca a los Estados Generales.

 

El 5 de mayo de 1789 tiene lugar en Versalles la solemne ceremonia de apertura de los Estados Generales. Los reyes acuden a la inauguración y María Antonieta se ve obligada a soportar la frialdad, los desaires y hasta abucheos de la gente.

 

Por otro lado y al mismo tiempo, su hijo mayor languidecía en su lecho de muerte.

Nobleza, clero y pueblo (las tres órdenes que constituían los Estados Generales) no se ponen de acuerdo. El 17 de junio, el tercer Estado, el pueblo, se constituye en Asamblea Nacional, y el 20 proclama el principio de revolucionario de la soberanía del pueblo. El 9 de julio la Asamblea toma el calificativo de Constituyente y se crea una comisión que trabaje para la formulación y redacción de una Constitución. El 14 de julio el pueblo de París, amotinado, se apodera de la Bastilla, la prisión del Estado. Empieza la revuelta y la libertad de Francia.

 

 

Nuevos descalabros

 

A principios de 1790 muere su hermano, el emperador José II. Con él pierde María Antonieta su más fuerte apoyo en el extranjero. Todo se desmorona, los reyes tienen que regresar a París. El viaje de vuelta es lento y penoso. Su entrada a París se ve plagada de insultos y vituperios para ambos, aunque especialmente todos dirigidos a María Antonieta.

 

Más tarde, todo vuelve a derrumbarse. Al triunfo de la República, toda esperanza muere para Luis XVI. Era el 21 de septiembre de 1792. Poco después el rey era separado de su familia, sometido a proceso y condenado y sentenciado a muerte. El 20 de enero de 1793 se le permite reunirse con su familia. Se trataba de la despedida. Al día siguiente el rey era guillotinado en la plaza de la Revolución, hoy plaza la de Concordia.

 

 

Y ahora María Antonieta

 

Y tocábale el turno, ahora, a María Antonieta. El 1 de junio de 1783 empezaba el último capítulo en la vida de María Antonieta. Un decreto de la Convención la convierte en acusada y ordena el traslado a la Conserjería. Tiene aún seguidores y admiradores, pero ya nada puede hacer.

 

El 12 de octubre comienza su proceso. En los interrogatorios surgen nuevamente las viejas y antiguas cuestiones de los despilfarros, de las calumnias, de los libelos, y del asunto del collar. La pena de muerte se acuerda entre todos. La condenada escucha la sentencia con tranquilidad, haciendo gala de su magnífica serenidad.

 

María Antonieta es guillotinada el 16 de octubre de 1793. Vestida de blanco, cubiertos sus cabellos por una cofia, María Antonieta recorre el camino desde la Conserjería hasta la plaza de la Revolución (La Concordia), sobre la carreta del verdugo, afrentando las burlas de la gente.

 

Ni su cuerpo ni su alma dan señales de abatimiento. Diez mil personas se agolpaban para ver la cabeza de la reina rodar. Ahí, todos rodeando la guillotina, esperaban la caída de la hoja. El hecho se consumó y María Antonieta pasa a un segundo plano de la vida.

 

 

Artículo aparecido en el periódico “El Porvenir” de Monterrey, México, el 11 de junio de 1990.

 


 

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