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Grandes Personajes

 

 

Franz Liszt

 

Federico Ortíz-Moreno *

 

 

Uno de los más grandes genios de la música clásica. Hombre que llevara sentimiento de fuego
por dentro y expresara desde lo más profundo de su corazón una serie de apasionadas melodías
que cautivaban a un selecto público que deseaba con increíbles< ansias escuchar las resonantes
notas de este gran músico que fue Franz Liszt.

 

 

 

 

Los grandes de la música

 

Siempre es interesante conocer acerca de la vida de los grandes genios, especialmente de aquellos que vivieron por y para la música. Notables hombres como Bach, Beethoven, Bizet, Chopin, Mozart, Vivaldi o Tchaikovsky. Todos ellos hombres de corazón apasionado, tal vez atormentado, tal vez incomprendidos.

 

Señalar su historia es conocer su vida, conocer su obra. Saber de los grandes maestros es adentrarnos al mundo de la música y acariciar la puerta del sentimiento. Nada como la música pudiera ser tan bello como para dejar de acercar nuestro oído a las notas de esas mágicas melodías producidas por todos estos grandes autores que han tenido un nombre o incluso de aquellos que aún no han sido consagrados.

 

La historia de la música es vasta como amplia es la serie de hechos que llevaron a los compositores a escribir bellas e inquietantes melodías que hoy todos podemos disfrutar a través de conciertos, presentaciones, la radio, la televisión, nuestro estéreo, nuestro «compact disc» o nuestro muy modesto radio portátil de transistores.

 

 

La historia de Liszt

 

Franz Liszt nació el 22 de octubre de 1811, en Raiding, Hungría, y murió en Bayreuth (Baviera, región de Alemania), durante un festival, el 31 de julio de 1886, a la edad de 75 años. Uno de los más grandes concertistas y de los más aclamados artistas de la música.

 

Liszt, uno de los más grandes pianistas que haya pisado la tierra. Brillante como ninguno, algunos le criticaban porque su música era tan popular (o «contagiosa»), que no se podía llamar a eso música clásica. Un hombre con carisma que sabía hacerse llegar a la gente y sabía cómo impresionar sin necesidad de pose alguna.

 

Liszt fue más bien un intérprete, aunque no por eso deja de reconocérsele grandes e importantes obras y composiciones que más tarde mencionaremos. Su música salió de su alma y así dio la vuelta al mundo dando a conocer el prodigio de un gran músico de la bella Hungría.

 

 

El pequeño Liszt

 

Hijo y pupilo de un músico amateur, a los nueve años Franz (originalmente Ferencz, en húngaro) ya tocaba en público. Sus primeros aplausos los recibiría en Oedenburg (ciudad muy cerca de Raiding, el pueblo donde naciera Liszt.

 

La gente le escuchaba extasiada. El niño era un genio del teclado. Sus manos parecían moverse cual ágiles encantos mágicos que susurraban notas a los oídos de los espectadores y oyentes. Se veía en Ferencz (o Franz) a un niño genio. Y genio sería.

 

 

Música y estudios

 

Y aquellos que le vieron y escucharon tocar se maravillaron de este pequeño pianista y quisieron ayudarle. Un grupo de condes húngaros subscribieron una anualidad de 600 forines (el «forint» es la moneda húngara) y la familia se mudó a Viena.

 

Fue aquí en esta ciudad donde Liszt empezara a realizar sus primeros estudios. Sus principales maestros fueron Czerny (en piano) y Salieri (teoría), todo esto durante año y medio. Su progreso fue rápido y seguro, el niño tenía facilidad; pero, más que todo, una verdadera vocación para la música.

 

 

Los siguientes pasos

 

Liszt fue más bien un intérprete, aunque no por eso deja de reconocérsele grandes e importantes obras y composiciones que más tarde mencionaremos. Su música salió de su alma y así dio la vuelta al mundo dando a conocer el prodigio de un gran músico de la bella Hungría.

 

Y mientras se preparaba, pronto aparecería en su vida un gran personaje: Beethoven. Ludwig le escucharía varias veces y le acogería como uno de sus preferidos. A la edad de doce años daría exitosos conciertos en Viena. El nombre de este niño prodigio comenzaba a cobrar fama.

 

Liszt iniciaba su ascenso, pero le faltaba todavía. Su padre le lleva a París, pero ahí le rechazan por ser extranjero y por otro tipo de envidias, no muy claras que digamos. A los catorce su Primer Acto de la Opereta «Don Sancho» tuvo cinco exitosas presentaciones.

 

 

Los tiempos cambian

 

A la muerte de su padre, en 1827, se encargó del sustento de su madre mediante la impartición de clases. Pronto cobraría fama siendo no solo un gran maestro particular de piano, sino un excelente ídolo de los principales salones de la ciudad.

 

Liszt estuvo influenciado grandemente por Chopin, von Weber, Paganini y Berlioz. Tuvo una larga lista de amoríos y enlaces tormentosos, comenzando por la condesa d’Agoult con quien viviera en Ginebra de 1835 a 1839. Ella le daría cuatro hijos: un hombre y tres mujeres.

 

 

La vida amorosa

 

En su lecho de muerte, Adán Liszt (padre de Franz Liszt), advirtió a su hijo de dieciséis años, que las mujeres dominarían y trastornarían su vida. La profecía se cumplió: no solamente las mujeres le enloquecerían, sino que también, él, trastornaría y volvería loco a los corazones femeninos.

 

Si bien había encanto en su rostro apasionado, y en su cascada de pelo lacio que le hacían parecer como joven príncipe encantado, su verdadero sortilegio estaba en esas hábiles manos que surcaban el teclado. Entonces hasta sus rivales se quitaban el sombrero, rindiéndole homenaje.

 

 

El piano y el público de Liszt

 

Liszt fue el primer virtuoso que ejecutó un programa compuesto exclusivamente de música para piano y el primero que se atrevió a tocar todo de memoria, sin partitura alguna. Fue también el primer pianista que tocó colocándose de perfil al auditorio. Y dicen que tenía razón para esto... ¡Su perfil era maravilloso...!

 

En todas partes embelesó al público. Lo hipnotizaba, lo hechizaba, lo enloquecía. Lo colmaron de honores, de condecoraciones, de espadas enjoyadas, llenas de brillantes, perlas, zafiros y esmeraldas. Fue llevado en procesión de antorchas y al son de marchas militares. Cuando se presentaba ante el público, éste solía ponerse de pie, como en presencia de un real e importante soberano. Y él, con la mano en el pecho y la lacia y negra melena sobre los hombros, correspondía con una graciosa reverencia, como lo hubiera hecho un rey en persona.

 

 

Liszt: sus enredos y amoríos

 

Liszt fue también como un intrépido y galante Don Juan. Se cuenta que tuvo más de 25 intrigas amorosas (y solamente de las que se supo), aunque no llegó a casarse. Del primero de sus grandes, que fue el de la condesa d’Agoult, nacieron cuatro hijos: un hombre y tres mujeres, una de ellas a la que le pondrían por nombre Cósima, que se casaría en segundas nupcias con Ricardo Wagner.

 

Su segundo gran amor fue la princesa Sayn-Wittgenstein. Con ella viviría en Weimar, durante 15 años. Aquí residiría al lado de su esposa, aunque aún siguiendo sus ya conocidos amoríos. Su principal trabajo u ocupación principal era la de maestro de conciertos del Gran Duque.

 

 

Liszt: una estrella de la música

 

Liszt era la estrella de Weimar. Una estrella especial, tal vez fugaz que buscaba el brillo de otros cielos. Era un hombre especial que dio a sus colegas de la música todo su apoyo, mucho de su tiempo y gran parte de su dinero. Fue el mismo Liszt quien ayudara con dinero y con conciertos a completar un monumento a Beethoven, en la ciudad de Bonn.

 

Como director de la orquesta del Gran Duque y empresario de su ópera, llevó a las tablas y salón de conciertos obras de compositores jóvenes y viejos, conocidos y desconocidos, clásicos y discutibles. Fue uno de los primeros campeones de la música de Wagner y de muchos otros grandes de los clásicos.

 

Fue Franz Liszt uno de los verdaderos y máximos representantes de la música clásica. Dio al mundo la primera representación de Lohengrin y su versión de Tannhäuser hizo exclamar a Wagner (su yerno, que estaba fugitivo a causa de una sedición de que formó parte en Dresden): «Gracias al amor de este extraordinario amigo, mi arte conquista un hogar, hoy que no lo tengo».

 

 

La personalidad del hombre

 

Liszt fue de una personalidad múltiple (No me refiero con esto a lo que los psicólogos o psiquiatras pudieran llamar «múltiple personalidad», propia de un sujeto loco o esquizofrénico. Liszt era polifacético. Una persona versátil que presentaba múltiples caras, sabía desarrollar diversas actividades y sabía ser agradable con todo mundo.

 

Como sabemos, Liszt fue polifacético: un virtuoso del piano, el director-empresario, el viajero insaciable, el inventor del «poema sinfónico», el atrevido compositor de las alegres y desenfrenadas rapsodias húngaras, el escritor de innumerables corales sacros y una obra biográfica de Federico Chopin, el que tocaba diez conciertos en un mes para ayudar a las víctimas de las inundaciones del Danubio.

 

Era el Liszt de la sonrisa, el Liszt de la sonrisa medio pícara, medio desdeñosa. Aquel que sabía reír para sus adentros como para las «afueras». Liszt, el músico que lo tenía todo y sabía compartirlo; aquel que sabía querer y sabía amar.

 

 

A los cincuenta y cinco

 

De 1955 a 1870 vive en Roma. Cuando cumple 55 años, el Liszt que todos conocemos, cansado de su vida de gitano errante, toma las órdenes menores en la Iglesia católica y se encierra en un claustro de dominicos, en Roma. El Papa le hace abate y acostumbra visitarle para disfrutar y solazarse con sus improvisaciones.

 

Como abate tonsurado (calvo de la coronilla), Liszt solía vestir traje clerical a la romana, aunque no por eso se cortó la melena. No le estaba permitido decir misa o confesar a los fieles, pero sí podía exorcizar al demonio. Tenía muchas libertades, y a veces accedía a ellas.

 

Así, con todo, el demonio, o por lo menos el mundo de la carne le tentó y no le soltó como presa. A los 58 años, el abate en clausura se rindió a los violentos encantos de una condesa cosaca, una preciosa ojinegra, de 19 años, que trató de envenenarse antes que dejarlo.

 

 

Liszt y la leyenda del Fausto

 

Como tantos otros poetas y compositores de su siglo, a Liszt le fascinó la leyenda de Fausto que vendió su alma al diablo a cambio de placeres terrenales. Su primer vals Mefisto, basado en un poema del poeta húngaro, Lenau, fue tachado de inmoral por los críticos de 1860.

 

La música de este vals bosqueja un episodio de las andanzas de Fausto en compañía de Mefistófeles, quien lo lleva con halagos a la posada de un villorrio, donde se celebra una alegre boda. Fausto se enamora de una de las chicas que bailan, pero se retira tímidamente.

 

Impaciente Mefistófeles con el encogimiento y timidez de su amigo, toma un violín de la orquesta y comienza a tocar. De pronto, la simple danza campesina se convierte en vals apasionado, loco, demoníaco: una invitación casi pagana a rendir culto al amor, al amor por el amor, algo o mucho de lo que fue una de las múltiples facetas de este genio que fue Franz Liszt.

 

 

Artículo aparecido en el periódico “El Porvenir” de Monterrey, México, el 26 de marzo de 1990.

 


 

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