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Grandes Personajes

 

 

Le Corbusier

 

Federico Ortíz-Moreno *

 

 

Figura importante de la arquitectura. Personaje de trazos multidimensionales. Arquitecto y urbanista
suizo creador de un estilo muy propio. Sus diseños y planos, construcciones, edificios, monumentos
y obras son reconocidos en el mundo entero. Su nombre: Charles Edouard Jeanneret, mejor conocido
como Le Corbusier.

 

 

 

 

Hacia donde miremos

 

Estamos en nuestra casa, salimos de ella, pasamos por las calles, miramos hacia un lado y otro, y lo que contemplamos son puras casas y edificios. Tal vez uno que otro parque, en nuestra ya contaminada ciudad. Estamos acostumbrados a esto, y el paisaje urbanístico, a veces, ya nos es indiferente.

 

Pero resulta que hay ocasiones en que algo nos detiene la atención. Se pudiera tratar de algún nuevo edificio, algún monumento, alguna plaza... Tal vez se trate de un conjunto habitacional, comercial, o hasta de una iglesia. Son los conjuntos arquitectónicos los que nos llaman la atención.

 

Creo -y estoy seguro que muchos estarán de acuerdo conmigo- que una de las artes que más directa y claramente reaccionan ante el paso del tiempo (conjuntamente con los cambios sociales), es la arquitectura. El pintor o escritor pueden trabajar en privado (al menos de momento), lejos del público, y sus obras pueden permanecer durante muchos años desconocidas.

 

El arquitecto, en cambio, siempre está en contacto con la época. Impregna su gusto, da forma e idea a las inquietudes de aquellos que le piden alguna obra y da su sello personal a ésta. Es de este modo en que el arquitecto expresa las actitudes, necesidades y gustos de la época en que vive.

 

 

¿Quién fue Le Corbusier?

 

Le Corbusier ha sido uno de los arquitectos que más influencia ha tenido en la arquitectura moderna. Sus obras se conocen por doquier: desde Europa hasta América, desde Francia y España hasta Finlandia, desde Suiza e Italia hasta Hungría y Budapest, su capital; desde Portugal a Pakistán; desde México a Canadá, y desde Belice y Guatemala hasta Brasil.

 

Le Corbusier es el seudónimo de Charles Edouard Jeanneret, quien naciera en un pueblecito suizo, Le Chaux-de-Fonds, cerca de Neuchâtel, en 1887. Un niño inquieto, nervioso, rebelde, aquél que sería el futuro arquitecto de innumerables obras de trazo moderno, atrevido y fuera de lo común.

 

 

Una pequeña historia

 

Charles Edouard (Le Corbusier) era un niño muy vivo. Inquieto, como era, no podía estar siempre en un mismo sitio. Iba a la escuela, pero no se le consideraba, realmente, un niño aplicado; es más, pudiera decirse, que había descuidado bastante sus estudios. Quería aprender un oficio, viajar, salir de los horizontes limitados de su pueblo natal.

 

La Chaux-de-Fonds era -y sigue siendo- uno de los centros más importantes de la industria relojera. El joven Jeanneret fue durante algún tiempo «grabador de relojes», un difícil oficio que no tardó mucho en aprender, y aprenderlo bien. En realidad Charles Edouard era un muchacho inteligente, sabía manejarse y sabía, también, cómo manejar las delicadas piezas. Lo cierto es que tenía una habilidad manual sorprendente. A los 17 años, junto con otros amigos de la escuela, empezó a construir su propia casa.

 

Poco después abandonaba Suiza y empezaba a viajar por varios países europeos, entre ellos Alemania, Austria, Italia y Francia. Es en este último país (Francia), en que decide había llegado el momento de profundizar sus conocimientos teóricos acerca de la construcción, y durante algún tiempo estudió bajo la dirección de Augusto Perret, que preconizaba el empleo de un material relativamente nuevo: el cemento armado o «concreto».

 

 

La arquitectura en aquellos tiempos

 

La industria y la investigación arquitectónica habían estado experimentando con toda clase de materiales nuevos durante la mitad del siglo XIX. La famosa Torre Eiffel había sido construida por un ingeniero del mismo nombre con el propósito principal de demostrar las posibilidades de las construcciones metálicas.

 

El Crystal Palace de Londres, por otra parte, proclamaba la posibilidad de emplear grandes cantidades de vidrio y metal en los nuevos edificios. El empleo del hormigón o cemento en las construcciones planteaba nuevos problemas técnicos que los ingenieros de una manera u otra resolverían en cada caso.

 

Si bien el empleo del cemento u hormigón abría nuevos campos para la construcción de edificios de mayor peso y altura, lo cierto es que no estaba todo probado. Se requería también estilo, forma, dimensión, perspectiva, gusto... y faltaba todo esto.

 

Los ingenieros y buena parte de los arquitectos estaban acostumbrados a apilar todo, a mezclar estilos, confundir formas y, sobre todo, a hacer cosas que reñían todas entre sí. Todo esto resultaba fatal. Era como si mil escuelas de arquitectura estuviesen presentes en una misma obra; algo así como si para una comida interviniesen en su elaboración quinientos cocineros, o peor aún, en que para la elaboración de un platillo, a fin de hacerlo supuestamente más sabroso, a éste se le agregasen mil ingredientes...

 

 

El joven Jeanneret

 

Los ingenieros y encargados de la arquitectura estaban acostumbrados a su estilo, un estilo recamado, tosco, y, pudiéramos decir, hasta grotesco. La profusión de columnas era cosa de todos los días, los adornos iban por montón; pero, era algo que no dejaban. Se negaban a abandonar este estilo ya sea por eclecticismo o por pereza. Incluso, hasta pudiera decirse, les gustaba su propia forma de diseñar y construir.

 

Por otra parte, el joven Jeanneret deseaba abrirse paso, pero no lo conseguía. Era un muchacho extranjero, no tenía título académico oficial alguno y sus ideas resultaban francamente extravagantes y demasiado revolucionarias.

A partir de 1916 residió en París, en el dinámico e inquieto ambiente de Montmartre y Montparnasse, a la orilla izquierda del Sena. Eran unos años de creación y gloria para las nuevas generaciones de pintores, que empezaban apenas a abrirse paso en algunos círculos.

 

Eran, también, largas horas de trabajo, prolongadas discusiones en los Cafés, en las fiestas de estudiantes, en las llamadas tertulias o en las reuniones que por las noches hacían los jovenes bohemios. Tal era el mundo de Jeanneret, aquel mundo donde vivirían, también, hombres de la talla de Picasso, Braque y Modigliani, y tantos otros personajes que hoy resultan fáciles de reconocer.

 

 

El inicio

 

Jeanneret -que empezaba a publicar artículos y a pintar cuadros, firmando con el seudónimo de Le Corbusier- había adquirido ya algunas ideas durante su período de estudio en Berlín, en 1911 y 1912, cuando trabajó con Peter Behrens. Otras, las había adquirido poco a poco, en el curso normal de su vida.

 

A Jeanneret le fascinaban las obras de ingeniería. Tenía principal predilección por las formas libres de adornos inútiles que a los arquitectos de aquella época les gustaba utilizar. También sentía marcada inclinación por las formas desnudas, pero expresivas, de barcos, automóviles y aviones.

 

En pintura le sedujo todo lo concerniente a la corriente cubista, que se estaba desarrollando en aquellos años, con Picasso y Braque a la cabeza. Los cuadros de Le Corbusier tuvieron mucha de esta influencia y se ven marcados, decididamente por esta escuela. Más tarde, se interesaría también, por la decoración de interiores y el diseño industrial.

 

 

Los primeros pasos

 

Nuestro personaje empezó lentamente a abrirse paso. Llegaban los primeros encargos. Se levantaban ya las primeras casas en los alrededores de París. Además -y este punto es de gran importancia-, el joven arquitecto había comprendido perfectamente que en aquel período de transición, en que los nuevos estilos luchaban por imponerse y que tenían que ganar terreno paso a paso, resultaba indispensable que los artistas de esta clase se transformaran en propagandistas.

 

Le Corbusier es, sin duda, uno de los arquitectos que más influencia ha tenido en nuestros días. Un arquitecto con la suficiente visión de ver más allá que los demás y hacer públicamente y por escrito sus creencias y su verdadero sentir en cuanto a la arquitectura. Un inquieto amante de la verdad y el urbanismo moderno.

 

 

Le Corbusier: el escritor

 

Le Corbusier ha sido uno de los arquitectos que con mayor frecuencia y éxito han sabido formular por escrito, y publicar en forma de libros y artículos, el credo artístico de la nuevas generaciones. Su talento como expositor es innegable: claro, preciso, al punto...

 

Su primer libro lo publicó en 1923 y se llamó Vers une nouvelle Architecture (Hacia una nueva arquitectura), donde expone sus principales ideas renovadoras. Subraya, aquí, en esta obra, ante todo, el tema del funcionalismo.

 

Según Le Corbusier de acuerdo a esta doctrina, la del funcionalismo, un edificio debía basarse en su función, en su destino, en su finalidad económico-social, sin tener en cuanta nada que ver la viejas ideas de la estética, decoración y estilo. Las cosas (casas, edificios, etc.) pudieran estar muy bonitas, pero si no eran funcionales...

 

Una de las ideas más importantes que preconizaba su escuela era aquello constituía el roof-garden (el «jardín-techo»). Se trataba de un pequeño jardín puesto sobre un techo o azotea. Esto es algo que estamos viendo en nuestros días. Grandes hoteles de lujosas cadenas tienen un piso dedicado a este tipo de concepto. Un lugar donde se encuentra una alberca y un jardín. Ideas y conceptos desarrollados por Le Corbusier.

 

Otros de los nuevos esquemas que proponía este autor era el relacionado a la distribución de las casas, y que debías responder a los principios de confort y del empleo de maquinaria auxiliar para la limpieza, equipo de intercomunicación y otros elementos más.

 

 

Los nuevos conceptos

 

Le Corbusier venía a polarizar y sintetizar las reacciones internacionales ante los cambios de vida producidos por la época moderna. Varios factores habían contribuido a ayudarle en su tarea. En primer lugar el hecho, de considerable importancia, de que Le Corbusier no era en modo alguno un «académico».

 

Ni siquiera tenía estudios universitarios (y esto lo hacía más interesante). Abandonó la escuela a los trece años y medio para ser aprendiz de relojero-grabador; y, a partir de los diecinueve años, cuando ya había construido su casa, comenzó a viajar y a estudiar con distintos maestros.

 

Le Corbusier lo hizo, pero siempre sin seguir un sistema o plan de estudios metódico y sin obtener diploma alguno. Siempre estaba a conocer lo novedoso, siempre dispuesto a conocer lo nuevo, lo último... Sus principales maestros fueron J. Hoffman, en Viena; Augusto Perret, en Francia; y, sobre todo, Behrens, en Berlín.

 

 

Le Corbusier: el urbanista

 

La actividad de Le Corbusier en el terreno del urbanismo ha sido una de las contribuciones más grandes que él haya hecho dentro de la arquitectura. Propuso y realizó nuevos planes de construcción urbanística en ciudades tales como Moscú, París, Argel, Kabul (en Pakistán), Brasilia, entre otras.

 

La idea central de Le Corbusier consistía en establecer en el corazón de la ciudad una serie de rascacielos, no uno junto al otro, sino todos ellos separados por amplios jardines y numerosos espacios, vías de comunicación y lugares de estacionamiento para los automovilistas.

 

Los rascacielos, del mismo tamaño e idéntica altura, quedarían bañados por el sol y por el aire por todas partes. Las amplias zonas verdes, al pie de los mismos serían jardines y áreas de recreo. A lo lejos se extenderían las ciudades-jardín, en la periferia de la zona comercial, en las que residirían los habitantes de la ciudad.

 

 

Nuevas ideas, nuevos conceptos

 

Le Corbusier produjo y dio a conocer muchas ideas. Uno de los problemas que más le preocupaba era la producción de casas baratas en serie. Se trataba de casas en serie con elementos modulares prefabricados. Algo que hoy es cosa muy normal en los conjuntos residenciales de vivienda de interés social, incluso en lo que hoy llamamos «town-houses» y que no son otra cosa mas que casas del mismo tipo que aquellas habitadas por personas de menor nivel económico- social que el de la clase supuestamente «acomodada».

 

 

Le Corbusier: publicaciones, exposiciones y obras

 

Al mismo tiempo que no descuidaba su labor de difusión por medio de la palabra escrita, Le Corbusier fue todo un arquitecto dedicado al diseño, planeación y ejecución de importantes obras. En lo que respecta a trabajos impresos, podemos citar una revista que apareció en 1920 y siguió apareciendo hasta 1925, y donde los temas ahí tratados eran exclusivamente sobre arquitectura y urbanismo.

 

En 1923 publicó su ya citado libro Vers une nouvelle Architecture, y en 1925 apareció otro libro intitulado Urbanisme (Urbanismo). Dos años antes, fecha en que editara su primer libro, expuso una serie de cuadros en la Galerie de l’Effort Moderne, de Léonce Rosemberg. Más tarde tendría una célebre exposición retrospectiva de casi toda la obra pictórica en la Kunsthaus de Zurich.

 

 

La fama de Le Corbusier

 

La fama de Le Corbusier se extendía por todas partes. A su taller de París llegaban jóvenes arquitectos de todas partes del mundo entero, deseosos de tomar parte en sus vastos planes de urbanismo. Sus proyectos crecían, al mismo tiempo que su popularidad iba en aumento.

 

En 1928 obtuvo el primer premio por su proyecto para el Palacio del Centro Soyuz, en Moscú. (Algo tan importante así, como el Centro Espacial de la NASA, en los Estados Unidos). Fue casi al mismo tiempo, también, que le encargaban (1929-1932), la construcción de un importante edificio (el edificio central), de la Universidad de París.

 

 

Los siguientes pasos

 

En 1930 Le Corbusier daría un nuevo paso. Esta vez sería en el campo del amor. Es en este año en que se casa con Yvonne Gallis. Un año más tarde, invitado por el gobierno soviético, se traslada a Moscú para trazar y diseñar los planes de urbanización y regulación de esta cosmopolita ciudad rusa. Dos años más tarde, en 1932, elaboraría el proyecto para el Palacio de los Soviets, que no llegó a construirse, al menos en aquellos años.

 

Y los trabajos le siguieron lloviendo. Importantes encargos del extranjero le llegaban de Brasil, país tan favorable a los estilos arquitectónicos contemporáneos. Estos proyectos lo mantendrían ocupado durante buena parte de la década comprendida entre 1930 a 1940.

 

Le tocaría el diseño y construcción de la Ciudad Universitaria de Río de Janeiro (1936), el Palacio del Ministerio de Educación y Salubridad Pública (1937), y muchos otros proyectos llevados a cabo tanto en Río de Janeiro, como posteriormente en la propia Brasilia, la capital más moderna del mundo.

 

 

Fama mundial

 

Y su fama se extendió por otros confines, otros continentes. Primeramente en Europa con su famoso edificio multifamiliar de Marsella, luego el edificio de las Naciones Unidas, en Nueva York, la fama y prestigio de Le Corbusier iba cada vez más hacia los cielos.

 

Diseños impresionantes y atrevidos como los ya citados, originalidad en detalle como la capilla de Ronchamp, Villa Saboya, y muchos otros más dieron a nuestro personaje un sitio importante en la historia. Nombrado doctor honoris causa, la fama de este hombre siguió hasta su muerte. Charles Edouard Jeanneret moriría en 1965, a la edad de 78 años. Todos le recordarían con el nombre de Le Corbusier.

 

 

Artículo aparecido en el periódico “El Porvenir” de Monterrey, México, el 2 de abril de 1990.

 


 

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