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Grandes Personajes

 

 

Ayatollah Khomeini

 

Federico Ortíz-Moreno *

 

 

Gran líder del mundo islámico. Controvertido personaje que se impuso al depuesto «Sha» de Irán.
Líder religioso que con su ideología, fuerza y férrea voluntad fue más allá que todos para dar a su
país lo que él creía el verdadero camino. Su nombre: el Ayatollah Khomeini.

 

 

 

 

Los líderes del mundo

 

La fuerza de los líderes radica no solamente a veces en la fuerza, sino también en la inteligencia; y, quizá, tal vez, también, en la locura y el egocentrismo. Son tantas las facetas de un individuo, que no podemos siempre asegurar de dónde pudieran sacar vuelos de grandeza, aires de fama, o una fuerte imagen y presencia para poder dominar el mundo.

 

El caso del ayatollah Khomeini parece venir muy de acuerdo a lo que estamos diciendo, pues, si bien recordamos, no hará más de diez años, que el tal Khomeini era un perfecto desconocido (al menos para el mundo occidental...). Y lo que pasa, es que, a veces los líderes nacen; otros, se hacen.

 

¿Y qué es lo que pasa cuando un líder vierte en un mismo recipiente aspectos (ingredientes) tales como política, religión y aspectos sociales? ¿Qué es lo que pasa cuando un líder es carismático, de mirada profunda, y el pueblo mismo se aventura en la pasión y la locura?

 

 

El inicio de la historia

 

Había una vez... Érase que se era... un domingo 4 de noviembre de 1979. Era un día lluvioso y nos hallábamos en Teherán (la capital de Irán). Durante meses la ciudad había sido el centro de una violenta revolución. La destrucción era generalizada y se acumulaban las tensiones.

 

Los hechos de este relato se desarrollan en las inmediaciones de la embajada de los Estados Unidos, en Teherán. Aquí, Moorthed C. Kennedy, Jr., consejero económico y uno de los más altos funcionarios diplomáticos de la embajada norteamericana, veía por la ventana.

 

Se trataba de una manifestación. Jovenes manifestantes lanzaban consignas contra el gobierno de los Estados Unidos, en contra de Mohamed Reza Pahlevi (el «Sha» de Irán), y contra el en aquel tiempo presidente de los Estados Unidos, el señor Jimmy Carter.

 

 

Los problemas

 

Se dice que el régimen del «Sha» se había tornado cada vez más opresivo. Se le responsabilizaba de los problemas económicos. Había mucho descontento y todo esto fue tomando revuelo hasta estallar la bomba. Afuera de la embajada, todos gritaban. Se sentía la furia de los manifestantes (¿Tendrían ellos la razón?), la agitación crecía... El miedo de los que estaban adentro, aumentaba. Mientras tanto, los estudiantes seguían gritando.

 

¿Pero qué podían hacer ellos (los de afuera), si ellos (los otros ellos, los de dentro, tenían inmunidad diplomática... Aparte, eran de los Estados Unidos...!). De nada les sirvió! Muy pronto, las rejas caerían, la muchedumbre enardecida entraría a la sede diplomática. De nada les sirvió ser güeros ni ser el país, supuestamente, más poderoso del mundo. ¡Aquí, habían caído!.

 

 

Los hechos

 

La multitud, compuesta de jóvenes estudiantes, ya había realizado numerosas manifestaciones frente a la embajada norteamericana. Su odio y rencor contra el gobierno de los Estados Unidos, contra el presidente Carter y contra el mismísimo «Sha» de Irán, eran evidentes. Habían sido pisoteado imágenes de ambos líderes, la bandera estadounidense había sido quemada. ¿Qué más se pudiera esperar...? Pues, una invasión...

 

Y así, entonando himnos, gritando consignas, portando grandes pancartas con la figura de un hombre de intensa mirada y densa barba, los manifestantes irrumpieron en la sede de la embajada diplomática. Arrasaron todo a su paso. Algunos se esconderían en la cava de la casa.

 

Ahí era donde se guardaba el equipo electrónico y de computación, así como donde se encontraban los principales documentos de alta seguridad. Oficiales y diplomáticos, el personal de esta embajada, trato de salvar lo que pudo. Algunas pruebas y documentos confidenciales fueron destruidos por ellos mismos antes del asalto.

 

Otras, archivos especiales no alcanzaron a salvarlos. Sin embargo, vía radio y por teléfono, se había dado la voz de alarma a la Casa Blanca, a Washington. Mientras tanto, uno que otro aprovechó para mitigar su miedo con unas cuantas copas de vino, y entonces...

 

 

Y entonces...

 

Y entonces, Khomeini fue ahora conocido. En muy poco tiempo su cara se volvió familiar; no solo en los Estados Unidos, sino en el mundo entero. Su rostro, un rostro de un hombre de edad, surcado por mil arrugas y una densa barba blanca, frente ancha y un gran turbante negro, tornaríase una figura, una cara mundialmente conocida. El era el Ayatollah Khomeini.

 

Contaba apenas 77 años de edad, cuando la toma de la embajada. Se sabe que había sufrido algunos quebrantos de salud y que había retornado a Irán el 1 de febrero de 1979, después de 15 años en el exhilio. Fueron tiempos de reflexión, lo mismo que de obstinado apasionamiento por volver a su tierra y hacer algo por su país.

 

Khomeini había permanecido un buen tiempo en Irak y otro en Francia. Su contacto con otros países le había abierto también las puertas del entedimiento, así como las de su reservado y resentido odio hacia el gobierno de Reza Pahlevi (hijo del otro «Sha», a quien odió a muerte). Khomeini convertíase, entonces, en símbolo y líder del movimiento opositor que, en 1979, derrocaría al cada vez menos popular régimen del «Sha».

 

 

Y otra vez en la embajada

 

Los iraníes habían entrado. Los infantes de marina que vigilaban la puerta habían recibido órdenes de no utilizar las armas (¿Qué más pudieran hacer?), sólo utilizar gases lacrimógenos. Nada les sirvió. Los iraníes reían de buena gana y no se sabía donde había más locura, si adentro o afuera.

 

Mientras tanto, recordemos, un pequeño grupo de personas se había encerrado en la cava donde se guardaba material de inteligencia, equipos de comunicación, computadoras y archivos. Residentes y empleados de la embajada empezaron a destruir todo material comprometedor. Antes, ya habían dado la señal de alerta a Washington.

 

Los que habían quedado en la embajada fueron golpeados, vendados y sacados a la calle. Poco tiempo después comprendieron los intrusos lo que pasaba en la cava. Les pidieron que salieran, en cuyo caso contrario sus compañeros prisioneros serían fusilados. Al final, todos salieron.

 

Así comenzaría para 53 norteamericanos una odisea de 444 días, conocida como La crisis de los rehenes de Irán. También fue la espectacular difusión que el mismo Estados Unidos hiciera de la figura del ayatollah Khomeini. Una figura que odiaba y que al mismo tiempo, valga la extrañeza o paradoja, enaltecía.

 

 

El Ayatollah Khomeini

 

Kohmeini había sido un estudiante religioso al que se le había dado el título de «ayatollah». El término «ayatollah» significa o quiere decir «signo milagroso de Dios», y se utiliza de una manera extra, no oficial, para referirse a una persona que es vista o percibida como una destacada figura religiosa. (Algo así como, para nosotros, «reverendo»; reverendo padre..., reverendo sacerdote)

 

Khomeini nació, según parece, en 1902, en una pequeñísima aldea llamada Khomein. De allí tomaría más tarde Khomeini su nombre. El pueblito está situado en el borde del desierto iraní, un polvoriento y remoto sitio, muy típico de aquellos lugares.

 

Ahora bien, el nombre de «Khomeini» es una singular mezcla de persa y árabe que significa «dos cántaros». No se conoce con certeza de donde viene este nombre; pero, según la leyenda, se cuenta que en el siglo VII un comandante militar árabe, miembro del ejército musulmán que difundía la fe islámica en Irán, arribó con sus tropas a este pequeño país y ordenó que le llenaran dos cántaros con bebidas típicas de esta región. Estos le fueron servidos. Los árabes se marcharon, pero el nombre permaneció, de acuerdo a dicha historia.

 

 

Ruhollah Khomeini

 

Su nombre completo fue Ruhollah Khomeini. Un líder nacido en el seno de una familia pobre, que reclamaba una posición especial por ser descendiente del profeta Mahoma (algo muy socorrido por la gente de esos lugares; aunque, también algo muy visto en nuestras tierras).

 

El ser (o decir ser) descendiente del profeta Mahoma, el fundador de la religión islámica, le daba a los Kohmeini (a la familia Khomeini) ciertos privilegios. Es como un clase especial, donde es costumbre que, al dirigirse a ellos, a estas personas, suela utilizarse el término de sayid para los hombres y sayidah para las mujeres, y los hombres que pertenecen a este grupo siempre utilicen turbante negro.

 

 

La familia

 

Sayid Ahmed, el abuelo de Khomeini, había arribado con su familia alrededor de 1840. Había nacido en Cachemira, India; pero, su padre lo había enviado a la norteña ciudad iraní de Nishapur para que completara su educación. Allí se casó y se estableció hasta que se mudó a Khomein. Luego, habiendo recibido una íntegra educación religiosa en esta última ciudad, se le podía considerar ya un hombre ilustrado. De ahí que fuera reconocido en su comunidad como un «mullah».

 

El nombre de «mullah», muy común en Irán se refiere a alguien que es distinguido por los demás como una persona bien entrada en materia religiosa. No obstante, también se refiere o utiliza para designar a una persona inteligente, perspicaz, y no siempre significa una persona que haya recibido una educación formal.

 

Este término más tarde degeneraría (cuando menos en nuestra cultura), a donde vino transportado y se le ralacionó a la palabra «mula» (asno), una persona terca, «medio mula»; una persona que bien pudiera pasar por floja, pero que es bastante «viva», «inteligente»...

 

Pero, una vez más, volviendo al verdadero origen de la palabra «mullah», esta se refería a un hombre que había recibido una educación formal. En una aldea, sobre todo una aldea tan pequeña como la de Khomein, una persona puede escasamente haber aprendido a leer o escribir; pero, sabe, en cambio, sí, recitar los versos del Corán. Kohmeini sabía todo: leer, escribir y recitar memoria los versos del Corán.

 

 

La vida de Khomeini

 

Se sabe que a los cuatro años, en 1906, Khomeini había salido para iniciar su educación formal. Y no obstante las privaciones que él y su familia soportaron, Khomeini pudo recibir la educación que todo hijo de un mullah debía de recibir. Khomeini era, según su hermano, un estudiante aplicado y muy inteligente.

 

Cuando tenía 16 años dejó la casa de su hermano, en Khomein, para continuar sus estudios. De acuerdo con un escritor, uno d sus tantos biógrafos, esto sucedió cuando el principal maestro de Khomeini le dijo que no le quedaba nada ya por aprender. Es entonces cuando nuestro personaje decide abandonar su lugar de origen e ir por otras tierras en busca de nuevas verdades y nuevos horizontes.

 

Era el momento para que Ruhollah (así se llamaba Khomeini) prosiguiera sus estudios en cualquier otro lugar para lograr a convertirse en un talabeh, palabra árabe que traducida al persa significaba, originalmente, «buscador de verdad»; y que hoy en día, se refiere a los estudiantes que asisten a un madreseh o «colegio religioso».

 

 

La cuestión política

 

El tiempo pasa y Khomeini se sigue preparando. Con la ayuda de su hermano, Ruhollah continúa avanzando, estudiando en diversos lugares, uno de ellos en Arak, y otro más en Qom. Khomeini sentía que debía hacerse algo, Los conflictos religiosos, la pérdida de poder espiritual se estaba dando. Era imposible mantener una situación como esa.

 

El joven estudiante ya es todo un hombre. Participa en cientos de manifestaciones. Es apresado en numerosas ocasiones. Al principio no le toman en cuenta; pero, poco a poco empieza a destacar, enfrentándose directa y llanamente al «Sha» de Irán, Mohamed Reza Pahlevi.

 

La situación es desastrosa. La campaña de modernización emprendida por el «Sha» va contra las leyes islámicas. Se había dado el voto a la mujer. Congregaciones religiosas opuestas al islam, los shiítas eran tomadas más en cuenta. Los pobre eran más pobres y los ricos más ricos.

 

Vienen más manifestaciones. Algunos colegios religiosos (universidades) son allanadas por el gobierno. Es hora de actuar. Se pide al pueblo que se una a la causa (algunos hasta piden que se tomen las armas) y se pide al «Sha» que se vaya.

 

Es diciembre de 1978. El «Sha» trata de controlar la situación, pero no puede. Enfermo de cáncer, es aconsejado por uno de sus allegados para que tome «unas largas vacaciones». Un millón de personas desfilan por las calles pidiendo la renuncia del «Sha». Este no tiene más remedio que irse.

 

Ya antes había entrado en funciones un nuevo primer ministro Shamur Bakhtiar, pero esto tampoco sirve. El 16 de junio de 1979, es cuando Bakhtiar aconseja al «Sha» a tomar sus «merecidas vacaciones». Es «sha se va, Bakhtiar se queda; pero, no mucho. Once días después, Khomeini regresa a Irán y Bakhtiar sale huyendo. El derrocamiento del régimen se había completado y Khomeini era ya el gobernante de todo Irán.

 

 

Pero los problemas continuaron...

 

Y se fue el perro, pero vino el lobo feroz. Se fue el «Sha», aquel que había desangrado el país, el tirano, el ratero, el asesino, aquel que degradó, hundió y corrompió al país. Esto, según Khomeini. Vendría, después él mismo, a salvar a su patria. Los humos de las hierbas del desierto estropearían más su mente.

 

Pudiese haber tenido la razón en cuanto a los abusos y atropellos del anterior régimen; pero una cosa es la fuerza y otra la locura. El estado catastrófico que siguiera, fue peor que el que había antes. Incertidumbre interna, canivalismo, muerte, sangre, odio...

 

Los versos satánicos irrumpirían en sus oídos. Kohmeini descarga todo su furor de monje loco contra Salman Rushdi. No logra nada, se burlan de él. Finalmente, Kohmeini no tiene nada ya que hacer. Viejo, acabado, tachado de homosexual y consumado creyente de la enajenación mental, Kohmeini entra a la inmortalidad en 1989. Su existencia, después de todo, fue simplemente pasajera.

 

 

Artículo aparecido en el periódico “El Porvenir” de Monterrey, México, el 2 de abril de 1990.

 


 

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