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Grandes Personajes

 

 

Louis Jacque Mandé Daguerre

 

Federico Ortíz-Moreno *

 

 

Genial hombre de nuevas ideas. Inspirador de ciencia y tecnología. Creador de arte

y de sueños nunca vistos. Inventor de la fotografía y especial hombre que nos diera

o revelara trozos de la vida sobre una placa u hoja de papel. Su nombre fue Daguerre.

 

 

 

 

En el mundo de la fotografía

 

¿Quién no habrá posado alguna vez para una cámara? ¿Quién no habrá sentido ese placer de haber sido retratado por el mágico lente de ese misterioso, a la vez que cotidiano aparato que es la cámara fotográfica? Los recuerdos son muchos, menos, mucho menos que las impresiones o tomas que uno haya podido hacer.

 

La experiencia podrá no ser la misma. El ver por primera vez una foto de algo o de alguien, nos lleva a tener una primera y tal vez única impresión anímica o psicológica; las demás veces que uno vea esa misma foto, la experiencia cambiará. Los contenidos permanecerán, la manera de interpretar o darle sentido a lo visto, cambiará.

 

 

La fotografía

 

La fotografía es como una caja de recuerdos, una caja plana que se muestra a través de la foto. La fotografía es algo único que nos hace revivir viejos recuerdos o nos hace conocer cosas que no se conocen o jamás se han visto. ¿Cómo habrán sido nuestros abuelos? ¿Cómo serán las pirámides de Egipto? ¿Cómo será el Arco del Triunfo? ¿Cómo será el país de la bella y blanca Albania? La fotografía nos puede revelar todas estas preguntas.

 

Claro está que la foto no nos podrá dar a conocer cosas en detalle, cuestiones especiales o vivencias personales. Eso sólo el individuo a través de su propia persona lo podrá saber. No obstante, la fotografía ayuda mucho y es, gracias a ella, que el conocimiento y la cultura de los pueblos, en buena parte y gran medida, se han desarrollado.

 

 

El hombre actual

 

Estamos tan acostumbrados a la fotografía (y en general, a todos los inventos), que ya ni nos damos cuenta de ello. Desde chicos hemos estado expuestos ante las cámaras, ya sea esas viejas cajas de madera con sus zumbadores de efectos especiales, esas que encontraban nuestros abuelos en las plazas y ferias de los pueblos, llamados hoy ciudades.

 

Desde chicos, los medianamente jóvenes recuerdan las pequeñas cámaras de rollos (la mayoría de ellos en blanco y negro), rollos que se compraban generalmente, en farmacias, a un alto costo. Eran tiempos diferentes. Por lo general, tomar fotos era todo un acontecimiento. Hoy todo mundo lo hace, y si se tiene buena cámara, no importa el fotógrafo, salen buenas fotos.

 

Hoy en día, la foto no ha pasado de moda, pero se prefieren los videos que las simples instantáneas. Hoy se pasa, ya no a la costosa cámara de super-8, sino a la cámara de video y mini-cassette con efectos reversibles, desvanecedores, barridos, cámara lenta, sobre posición y verdadero sonido ambiental. Nuevas técnicas, nuevos elementos; pero, todo ello, relacionado a la fotografía.

 

 

De la pintura a la foto, de la foto a la pintura

 

El deseo de capturar las cosas, la vida, la gente, llevó a los primeros pintores a plasmar sobre sus lienzos a personajes importantes de aquélla época. Se pintaban y guardaban escenas de aquellos tiempos, hechos o eventos importantes, como la coronación de una reina, la fiesta de un rey, la cacería de un príncipe...

 

Los pintores se dedicaban a “retratar” a los grandes: reyes, príncipes, emperadores... Pintaban también escenas bíblicas, actos heroicos, hechos revolucionarios. Se pintaba o "retrataba" sobre tela, lienzos, madera y muros. Empezaba una forma de fotografía...

 

 

El inicio de la fotografía

 

Los inventos no se dan de la noche a la mañana, aunque es lógico suponer que existe cierto punto de referencia a partir del cual se da por sentado el invento. Y, así como la luz eléctrica, el avión, el automóvil, la televisión (pudiéramos también añadir) no tuvieron un inventor determinado, tampoco el invento de la fotografía pudiera atribuírsele a una persona en concreto.

 

La fotografía, sí, es el producto del trabajo de una serie de hombres que de manera separada fueron aportando datos y observaciones. Pero es obvio que uno de ellos fue el que más contribuyó. Y ese fue Daguerre.

 

 

Una pequeña biografía

 

Daguerre nació en 1787, en el seno de una pequeña familia burguesa de Francia. Hijo de un clérigo, corto en recursos económicos, nuestro personaje dio sus primeros pasos en el poblado de Cormeilles-en-Parisis. Su nombre completo fue Louis Jacques Mandé Daguerre.

 

El inventor de la fotografía recibió una educación muy elemental que terminó a los catorce años. Es a esta edad que tuvo que aprender a ganarse la vida. De franca inteligencia natural y con una extraordinaria facilidad para el dibujo, Daguerre empezó como aprendiz de arquitecto. Ahí aprendió con él a trazar planos, lo mismo que a saber elaborar y hacer dibujo en perspectiva.

 

Tales enseñanzas fueron de gran valor para su segunda ocupación, pues entró de aprendiz con el célebre y famoso -en aquel tiempo- diseñador de escenarios para teatro y ópera, Degoti. Tres años permaneció en este trabajo, el cual abandona en 1804 para ingresar de ayudante con el escenógrafo más destacado de Paris, en aquel entonces, Prevost. Aquí Daguerre se empieza dar a conocer. Sus trabajos le consagran entre los hombres más importantes de teatro de su época.

 

 

Daguerre en el teatro

 

El público empieza a conocer a Daguerre. Le ovaciona y le admira sus ingeniosos decorados. Luego, sus trabajos llegan a la cumbre cuando organiza y dirige un espectáculo suyo llamado Diorama, que consistía en un gigantesco local de 100 metros de largo por 20 de ancho, donde con lienzos pintados de 25 por 16 metros trataba de dar la sensación de realidad tridimensional mediante luces y transparencias sobre los mismos lienzos.

 

En verdad un espectáculo increíble para esa época, donde, usando pantallas para moderar la luz del sol y luces de gas en los lugares precisos presenta resultados y efectos especiales, efectos excelentes. Y es que Daguerre quería presentar algo único.

Pinta los lienzos por ambas caras para confundir al asistente y dar más realce a la escena. Escenas que transportaban al espectador a lugares remotos, sitios desconocidos, pasajes secretos, pueblos y campos desnudos, cuartos, castillos, palacios e iglesias casi verdaderas. Un “algo” que solo un genio como Daguerre lo podría hacer.

 

 

El Diorama

 

El Diorama fue inaugurado en 1822, precisamente el mismo año en que Niepce obtenía su primera fotografía; en seguida obtuvo una popularidad similar a la que hoy tiene el cine, y un año después su autor y ayudante, de apellido Bouton, partieron para Londres, donde presentaron un espectáculo similar.

 

Muchos años permaneció el Salón del Diorama. La fatalidad y el infortunio tendrían que aparecer. No es sino hasta el 8 de marzo del año 1838 cuando un fatídico incendio acaba con el equipo y el edificio en que todo este gran teatro estaba montado. Daguerre queda en situación difícil y aún así debe continuar.

 

 

Daguerre y la fotografía

 

Si bien Daguerre se preocupó en un principio, la verdad es que no había otra cosa más que seguir adelante. Para cuando el siniestro del Diorama ocurre, Daguerre hacía ya algún tiempo que estaba interesado en la fotografía. Llevaba a cabo diversos experimentos y poco a poco iba aprendiendo y afinando conocimientos.

 

Todo esto sucedía cuando Niepce, enfermo y al borde de la ruina económica, le escribió una carta por indicación de Charles Chevalier, un famoso óptico parisino, amigo de ambos. Estaba por finalizar el año 1827. Niepce volvía a Inglaterra, donde su hermano y colaborador en los inventos, quedaba al borde de muerte.

 

Niepce necesitaba dinero de manera desesperada, había perdido la fe en sus trabajos fotográficos y necesitaba un nuevo estímulo. Chevallier le aconsejó le escribiese a Daguerre. Sabía de la capacidad, energía y capacidad en sí mismo que se conjuntaban en el joven Daguerre.

 

Daguerre era veinte años más joven que Niepce. Chevallier y Niepce sabían de su capacidad. Estaban seguros que el proceso fotográfico en manos de Daguerre podría alcanzar un gran éxito comercial en sus manos. Por estas razones, después de varias cartas cruzadas, el 14 de diciembre deciden constituirse en sociedad.

 

 

Se firma un contrato

 

El trato estaba hecho. Niepce y Daguerre firman un contrato (contrato que aún se conserva), por el cual se comprometían a perfeccionar y explotar el invento. Las ganancias se repartirían por partes iguales. El contrato tenía un término y duración de diez años y en él se podía leer: “el señor Daguerre invita al señor Niepce a unirse a él a objeto de obtener perfeccionamiento en el nuevo método inventado por el señor Niepce para fijar las imágenes de la naturaleza sin tener que recurrir a un artista”.

 

Niepce contribuía a la sociedad con su invento; Daguerre, por su parte, aportaba con sus conocimientos, su talento y su trabajo a la modificación y perfeccionamiento de la cámara obscura. El contrato fue firmado en la finca campestre de Niepce, quien aprovechó la estancia de Daguerre en Chalons-sur-Saône para adiestrarse en sus técnicas.

 

 

Daguerre y Niepce

 

Fueron varios días los que Daguerre y Niepce estuvieron trabajando juntos. Cada uno informaba sobre lo suyo. A veces con recelo, otras veces con más espontaneidad. Trabajaban con placas sensibles de plata, cobre y cristal. Hacían uso de vapores para ennegrecer la imagen.

 

Luego, ellos se separarían. Daguerre retornaría a París. Jamás estos dos hombres que habían firmado un acuerdo por diez años volverían a encontrarse. Cada uno trabajaría en forma aislada y por separado en su propio campo. Alguna que otra ocasión se cartearon, pero nunca jamás se volverían a ver.

 

 

Daguerre continúa

 

Daguerre, con mucho más brío y entusiasmo que Niepce continuó adelante. Con gran visión comercial, estaba totalmente convencido de que no debía lanzar al mercado tal invento sin que este estuviese completamente comprobado. La razón le aconsejaba no lanzar al mercado una novedad conseguida a medias, una novedad defectuosa.  Era indispensable, pues, perfeccionar el invento. Nada se publicaría hasta que la fotografía no quedase nítidamente definida. Niepce, por otra parte, no alcanzaría a llegar a obtener ningún beneficio en la sociedad. Casi totalmente empobrecido, Niepce muere a los sesenta y nueve años. Moriría en 1883, sin haber dejado de trabajar hasta el último momento en la heliografía y la fotografía.

 

En el contrato se había establecido que, a la muerte de Niepce, su hijo Isidoro heredaría la participación en la sociedad. Sin embargo, aunque el hijo conservaba el interés por la fotografía, en realidad no tenía el genio ni la inventiva de su padre. Isidoro quedose atrás ante la arrolladora actividad de Daguerre, quien cada vez se vio más cerca de la solución definitiva.

 

 

Daguerre llega a la solución

 

El contrato había seguido vigente. Los estudios y experimentos de ambos continúan hasta que, en 1837, Daguerre llega a la solución de tan ansiado problema. Once años de experimentos habían pasado. Daguerre “lo tenía”. La mejor manera de obtener una imagen definida y estable sobre la placa de plata era sometiéndola a los vapores de mercurio caliente.

 

Aparte, esta imagen podía ser fijada definitivamente si se la introducía en una solución concentrada de sal común. El proceso fotográfico había llegado con ello a una etapa de posibilidades prácticas muy amplias. ¡Ya se podía hablar de fotografía...!

 

 

El proceso

 

El proceso de la toma de fotografía y su revelado era, hasta cierto punto, algo tardado y complicado. Pero, es obvio, que esto era un gran adelanto. Daguerre vio que se podía tener éxito comercial, buscó ayuda, pero no la encontró. Su fracaso fue completo, nadie quiso colaborar en su empresa. Habría que pedir nuevamente ayuda.

 

 

Daguerre vuelve a pedir ayuda

 

Daguerre era un hombre de ideas. Firme y decidido a propagar su invento buscó por otros caminos, y lo consiguió. Acudió a visitar a varios científicos e incluso a artistas de quienes, si bien no podía esperar mucho dinero, si le podrían servir de ronda y apoyo para interesar a los sabios.

 

Fue un científico, el famoso astrónomo Dominico Francisco Aragó, quien se dio verdadera cuenta del enorme valor que contenía el invento de Daguerre. La influencia del científico era muy grande, pero ni aún así se conseguía ayuda del gobierno. Entonces -cuenta la historia- que Daguerre esparció el rumor que los gobiernos ruso e inglés querían comprar, al precio que fuese, el invento de Daguerre.

 

Ante tal situación, viendo, ahora sí, que otros se podían comer el mandado, muy pronto todo se solucionaría. El hecho es que el astrónomo, convencido sinceramente del peligro que corría Francia de perder tan magnífico e interesante invento, presentó el 7 de enero de 1839, en la Academia de Ciencias de París, una descripción general del procedimiento y propuso al gobierno francés que adquiriese el método.

 

 

El premio

 

El anuncio del daguerrotipo produjo sensación; la mayor parte de las revistas científicas y de tecnología publicaron las palabras de Aragó. En pocos días Daguerre adquirió más popularidad por sus trabajos fotográficos que por el Diorama que venía dirigiendo desde hacía diecisiete.

 

Científicos, hombres de ciencia, editores de revistas y periódicos le pidieron muestras de sus trabajos, y él les enseñaba las excelentes vistas y tomas de Paris. Se sentía entusiasmado. Había logrado lo que quería. Faltaba solo el premio y éste habría de ser de 200,000 francos (doscientos mil francos). Al menos eso era lo que él pedía.

 

El gobierno decidió que en lugar de otorgar una cantidad determinada a los participantes de este invento (Daguerre e Isidoro, el hijo de Niepce), sería mejor otorgarles una pensión vitalicia. La propuesta se hizo. Esto sucedía el 15 de junio de 1839. Un mes más tarde el rey Luis Felipe firmaba el decreto por el cual se concedían a Daguerre 6,000 francos anuales y a Niepce 4,000; a su muerte, las viudas recibirían la mitad de la pensión también hasta su muerte.

 

 

Un nuevo mundo

 

A partir de entonces, Daguerre se avoca cada vez más a la fotografía. Nuestro personaje se dedica por completo a la manufactura y producción de aparatos para daguerrotipia. Pronto habría nuevos cambios, nuevos descubrimientos.

 

Pero Daguerre, de repente, deja todo, y vuelve a su antiguo oficio de pintor. Su afición decoradora le lleva a ejecutar obras de gran maestría. Le gusta lo gótico. Engalana iglesias con columnas, bóvedas y vidrieras de gran colorido. Ese es su nuevo mundo, su nuevo mundo.

 

 

Daguerre: su muerte

 

A principios de julio de 1851, Luis Daguerre muere en el pequeño pueblo donde se había recluido. Sus vecinos se reúnen y entre todos costean una tumba en el cementerio de la localidad, donde fuera enterrado el 10 de julio de 1851.

 

Su nombre quedó como emblema y símbolo de la fotografía y el daguerrotipo, que en realidad jamás inventara, pero que dio la pauta y el poder para hacerlo. Un gran maestro, inventor y artista de corazón: Louis Jacques Mandé Daguerre.

 

 

Artículo aparecido en el periódico “El Porvenir” de Monterrey, México, el 18 de septiembre de 1989.

 



 

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