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Grandes Personajes

 

 

Juan Calvino

 

Federico Ortíz-Moreno *

 

 

Uno de los grandes reformadores religiosos del siglo dieciséis. Uno de los más

connotados e influyentes hombres que dieran un cambio completo a la manera

de pensar sobre el aspecto social y religioso. Francés de origen y ferviente

estudioso de leyes y preceptos. Este fue Juan Calvino.

 

 

 

 

La historia y la religión

 

En un mundo estamos y en un mundo vivimos. Piezas que se juntan, piezas que se apartan. Algunas embonan, otras simplemente no quedan o no van. Este gran rompecabezas que es nuestro mundo se va conformando por gente de diversas tendencias, diversos pensamientos y diferentes sentires.

 

Pudiera decirse que cada quien interpreta a su antojo lo que vive, aunque bien es cierto que hay parámetros y límites. Nuestra cultura, arte y sociedad se ve influida (a la vez que influye sobre) por la política y la religión. Unas veces se complementan, otras más se distancian. En cuanto al aspecto religioso, cada uno podrá tener sus muy diversos pareceres o creencias, pero siempre será importante saber el origen de importantes movimientos que han dado pie a escisiones, rompimientos, conjuras, nacimientos o reformas.  

 

 

¿Quién fue Juan Calvino?

 

Calvino fue un reformador francés, nacido en la ciudad de Noyón, Francia. Habiendo propagado la Reforma, tanto en su país como en Suiza, creó en Ginebra una república protestante. Su sistema religioso llamado calvinismo se distingue de otras doctrinas protestantes por el origen democrático que atribuye a la autoridad religiosa.

 

 

La figura de Calvino

 

Calvino aparece como la figura central en la segunda generación de hombres de la Reforma. Ya tenía antecesores por lo que esto le sirvió para marchar más seguro sobre las huellas de aquellos hombres que le precedieron. Claro está que esto no quita en nada la figura relevante y de mucha inteligencia como lo fue Calvino.  Joven estudioso, Juan Calvino pronto pudo expresarse perfectamente en latín, griego, a la vez que, posteriormente, en hebreo. Hombre inteligente y de gran capacidad, Calvino siempre estaba sobre los libros. Contó con maestros excelentes que le fueron enseñando poco a poco las doctrinas religiosas y el sistema establecido.

 

 

Estudioso de la materia

 

Calvino no era un cualquiera. Sabía perfectamente las leyes y doctrinas religiosas (tal vez demás). No tragaba a aquellos que por haber leído unos cuantos libros (los de moda, sobre todo), se creían ya sabios y eruditos. A nuestro personaje le gustaba ir a fondo. Era empeñoso y quería en verdad saber.

 

Todo esto sorprendía a muchos. Él, por su parte, hacía caso omiso. Solía pasarse estudiando hasta bien entrada la noche y por la mañana, al despertar, meditaba a solas consigo mismo. Le gustaba pensar y reflexionar sobre lo que había leído. A veces, solía hacer apuntes. Todo esto le hacía feliz. Nada había más para él que meditar y reflexionar. Era su vida, era su naturaleza. Luego, muchas veces diría que nada habría deseado tanto en la vida como haber seguido así el resto de sus días. Pero esto era solo el inicio. Luego, todo cambiaría.

 

 

La vida de Calvino

 

Calvino era un hombre tímido, callado, reflexivo. No le gustaban las disputas, prefería callar. Pareciese como si esa vida erudita que llevaba le hiciese apartarse del mundo en que vivía. Sin embargo, al desatarse las persecuciones del año 1534, Calvino tuvo que huir de Francia. Los conflictos y tormentas le arrojaron a la plácida y bella ciudad de Ginebra. Su intención era detenerse ahí, justo por unos cuantos días. Pretendía visitar un amigo, un reformador de nombre Farel; luego, seguir viajando. Y vio a su amigo. Farel entonces se dio cuenta de lo que valía aquel hombre, por lo cual luchó por conservarlo a su lado. Y como Calvino no accediera a sus súplicas y ruegos, lo amenazó con la cólera divina. Dios se encargaría de maldecirlo al no querer Calvino ayudar a los suyos.

 

 

El cambio de Calvino

 

Y Juan “escuchó” la voz. El temor le hizo cambiar y decidió quedarse. Muy pronto en Calvino surgirían importantes cambios que impactarían en el curso de la religión, de la política y de la historia. Formaría su grupo y de daría a conocer.

 

Así, ese hombre tímido llamado Calvino, al escuchar tales palabras, creyó que la mano y dedo amenazador de Dios habían bajado hasta él para señalarlo y sujetarlo. No tenía fuerzas ya para seguir negándose. Por lo tanto decidió quedarse y no moverse.

 

 

Calvino: una rigurosa disciplina

 

Se dice que la necesidad de una rigurosa disciplina nace de las propias ideas religiosas que tenía Calvino. Las leyes eran rígidas, los preceptos sumamente duros. Algunas cosas cambiarían, otras más evolucionarían. Es así como el propio Calvino intervendría muy directamente en la legislación secular haciendo y dictando formas de conducta que tendrían que cumplirse.

 

De este modo se tendrían rígidas trabas disciplinarias como: el imponer una tasa fija al lujo del vestir en las comidas; el prohibir terminantemente el baile; prohibir terminantemente la lectura de ciertos libros, como el Amadís; prohibir los juegos de naipes y barajas, etc.

 

 

La vida de Calvino

 

Calvino vivía una vida de pobreza. En la mayor pobreza y con un sueldo increíblemente raquítico, pero sostenido por el orgullo de no aceptar jamás la más pequeña ayuda, Juan Calvino hacía lo suyo. Asombraba a quienes le visitaban pues le veían abrir a él mismo la puerta. Un cuarto frío y sin calefacción, pero con un calor de persona siempre dispuesta a ayudar.

 

Calvino sabía apreciar lo que valía una existencia pacífica. Amaba el retraimiento de su hogar y la dicha de la amistad; sin embargo era un escritor fuerte, polémico. Tenía una clara idea de ese tono de moderación necesaria para la literatura, pero era claro y directo. Sus escritos son de los más violentos que se conozcan.

 

 

Algo más sobre Calvino

 

Juan Calvino nacido en 1509 en Noyón, Francia, inició su carrera eclesiástica por deseos de sus padres, pero no llegó a ordenarse pues abandonó dichos estudios al interesarse por la campaña de Lutero. Luego, perseguido en su patria por sus ideas religiosas, viaja a Navarra e Italia. Por último se refugiaría en Suiza, donde publicara su obra fundamental: “Institución de la Religión Cristiana”·.

 

Su centro de predicación y acción fue, desde 1536, la ciudad de Ginebra. Su severo apego a las normas y reformas provocó gran descontento entre los habitantes de la ciudad, quienes se le sublevaron contra él en 1538. Tres años más tarde con la ayuda de sus partidarios recuperaría la ciudad.

 

 

Las reformas

 

Las reformas de Calvino comprendían no solo la disciplina del Estado y la vida pública y privada. Calvino creía firmemente que el Estado debía estar supeditado a la organización eclesiástica de la comunidad. Tenía ideas muy particulares y muy pronto las pondría en práctica.

 

Dividió el clero en ministros y pastores, ancianos y diáconos. Entregó el gobierno a dos órganos directivos; el primero llamado Venerable Compañía, que tenía atribuciones exclusivamente religiosas; el segundo llamado Consistorio, formado por ministros y ancianos, quienes se encargaban de dictaminar sobre los asuntos eclesiásticos, y vigilaban las costumbres y la vida moral de los ciudadanos.

 

 

Calvino y sus reformas

 

Si bien pacífico, Calvino era también un hombre fiero. Luchaba por lo que creía debía de hacerse. Su temperamento -se dice- fue cambiando. Se consideraba a sí mismo el “Delegado de Dios sobre la Tierra”. Poco después sería intransigente y cruel con aquellos que se le oponían. Si alguien iba contra su doctrina cívico-religiosa inmediatamente los condenaba a la hoguera y al cadalso.

 

 

El Calvinismo

 

Para los interesados en conocer un poco más sobre este asunto, sobre esta doctrina, el Calvinismo acepta la Biblia como única autoridad en materia religiosa. Concede a sus fieles el derecho mismo a interpretar libremente las Escrituras. Se aparta de los luteranos cuando afirma que el cristiano no se salva por la fe, sino por la voluntad de Dios quien ha decidido de antemano a quiénes condena y a quiénes salva. Esto vendría siendo lo que los calvinistas llamarían el dogma de la predestinación. “A unos” -diría Calvino- “Dios los ha destinado a la salvación - son los elegidos- y a otros a la condenación -son los réprobos; nada, ni los pecados repetidos, ni las acciones o virtudes heróicas, pueden modificar la voluntad implacable de Dios”.

 

 

El Calvinismo: la religión

 

El Calvinismo es pues una religión fatalista. Considera inútiles todos los medios de la Iglesia Católica establece como básicos para la salvación. Suprime los sacramentos, menos el bautismo y la comunión que sólo pasan a ser simples actos conmemorativos.

 

Las iglesias, templos y parroquias destinadas al culto fueron desprovistas de adornos; los sacerdotes de trajes telares y vistosos que sólo hacían distraer la atención de quienes iban a la iglesia a orar. Los fieles elegían sus propios sacerdotes (lo cual pudiera sonar a “conveniencias”), y también se dieron otras importantes reformas bastante descabelladas.

 

 

La expansión de las ideas de Juan Calvino

 

Las ideas de Calvino fueron poco a poco extendiéndose no sólo por la ciudad de Ginebra, su centro de poder, sino por toda Suiza. Más tarde el pensamiento e ideas religiosas de Calvino pasarían y se propagarían a Francia e Inglaterra, Escocia, Holanda, Polonia, Hungría, y, posteriormente a Estados Unidos y México.

 

 

La Iglesia Presbiteriana

 

Calvino creía más en las ideas de Lutero que en las doctrinas del catolicismo. Creía que Lutero estaba más cerca de la verdad que los católicos; pero no estaba tampoco de acuerdo en las ideas del reformista alemán. Fue así como inició sus propias reformas y sus propias leyes. El moriría en 1564 a la edad de 53 años. Su Iglesia sería llamada Presbiteriana. Su nombre habría quedado grabado en la historia: Juan Calvino.

 

 

Artículo aparecido en el periódico “El Porvenir” de Monterrey, México, el 8 de mayo de 1989.

 


 

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