Ven a mi mundo

 

Grandes Personajes

 

 

Jorge Luís Borges

 

Federico Ortíz-Moreno *

 

 

Literato de fama mundial. Escritor argentino que llevara al mundo sus más disímbolos

poemas. Genial cuentista que nos relata en sus obras algo más que un cuento. Novelista

y ensayista que pone su pensamiento y su nostalgia en todos esos libros que llevan

su nombre: Jorge Luis Borges.

 

 

 

 

Los literatos

 

Pocas veces, pudiera decirse, que un hombre de origen latino o hispano sea tan conocido por rumbos tan distintos. Entre los más recientes solo pudiera citar a Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Jorge Luis Borges. Los demás, yo no sé dónde estén. En cambio Borges, y los ya citados, estos sí que son conocidos en diversas partes del mundo. Sus obras, son obras que trascienden, han sido traducidas a varios idiomas y, por lo general, tienen un lugar especial en la cultura de otros pueblos.

 

En cambio, habrá por ahí, algunos otros, como el caso del tan traído y tan llevado Alfonso Reyes, que con todo y sus cien años, no le he oído mencionar en otros medios, lugares y países, como supuestamente se debiera o se trata de dar a entender. Pareciese, a veces, como si personajes acomodaticios con tintes políticos (y más que políticos, pueblerinos), quisieran llenar los espacios designados solo a los grandes hombres y personajes de la historia.

 

 

Latinoamericanos, americanos y europeos

 

Pocos son los que pudiéramos considerar como connotados escritores latinoamericanos de fama universal. En realidad los verdaderos escritores hace mucho tiempo que no aparecen en estas nuestras tierras. Yo, francamente, citaría tan solo unos cuantos, y eso, haciéndoles casi el favor.

 

Luego, si usted me preguntase, de casualidad, por algún regiomontano (¿Alfonso Reyes, tal vez?), yo le diría que se me hace una insensatez hacer tanto homenaje a una persona a la que, en aquél tiempo, se le calificaba como un “escritorcillo”, un “escritorzuelo”; un “creído”, “vanidoso”, muy “pagado de sí mismo” y francamente malo para escribir. Y que, lo único que le salvaba, era su línea sanguínea con Bernardo Reyes. De ahí en fuera, nada.

 

Por otro lado, escritores latinoamericanos, aunque algunos de ellos no sean de mi total agrado, lo son Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Juan Rulfo, Julio Cortázar (argentino, nacido en Bruselas), u otros de mayor fama universal como Cervantes, Sor Juana Inés de la Cruz y Calderón de la Barca. Los primeros, me consta, he visto sus libros traducidos a otros idiomas como el inglés, el francés y el alemán. A parte, no solamente han sido traducidos, sino que la gente los conoce.

 

El caso de Cervantes es cosa aparte. No solo he visto su obra traducida al ruso, sino sé que ha sido transcrita a otros idiomas como el chino, el finlandés, el noruego, el árabe, el yiddish y hasta el esperanto. También, por supuesto, la obra del "Quijote" ha sido traducida a idiomas como el catalán y el vasco. De ahí que, para mí, unos sí sean verdaderos escritores, los demás.... ¡puro teatro!

 

Luego, si hablamos de escritores americanos, ahí pudiéramos sacar a Mark Twain, Edgard Allan Poe, William Faulkner, Hemingway y hasta Ray Bradbury. Europeos, sobra nombrarlos: Shakespeare, Byron, Víctor Hugo, Dostoievsky, Kafka, Oscar Wilde, Wolfang Goethe y muchos otros más. La literatura hebrea, egipcia, china, árabe, rusa y mongólica nos pudieran dar más ejemplos; pero, por el momento, quiero dejarlo así.

 

 

Jorge Luis Borges

 

Mucho se dice si la literatura latinoamericana vale la pena; y, en realidad, pudiéramos decir que sí. Cuando menos, por lo que a mí me ha tocado vivir, sé que en países europeos como Francia, Inglaterra y Alemania la literatura mexicana y argentina ha tenido gran auge. No al grado de elevar a “héroes-casi-dioses” a escritores que no valen la pena, pero sí, en gran medida, a muchos de ellos que, independientemente, si se han vuelto comerciales (o los han comercializado), al menos sí destacan en el campo internacional.

 

Jorge Luis Borges ha sido uno de los escritores latinoamericanos que ha destacado plenamente. Muchos de sus libros no me han gustado, pero sé que su obra es valiosa. Incluso, lo que son las cosas, él sí que gustaba (no sé hasta qué punto) de la prosa de Alfonso Reyes. Pero, así es el mundo y así es la vida. Borges tenía sus ideas y tenía sus favoritos. Con algunos de ellos se enemistaría después, con otros más conservaría y seguiría su amistad.

 

 

Jorge Luis, el niño

 

Jorge Luis Borges nació en Buenos Aires, la capital Argentina, allá por el año de 1899. Su padre lo fue el doctor Jorge Borges, persona muy conocida en Buenos Aires y quien poseía una hermosa casona con un vasto jardín y una muy bien nutrida biblioteca. Borges, el pequeño, el pequeño Borges, juega en el jardín, y lee, también, casi todos los libros que su padre atesora y guarda en la biblioteca.

 

El pequeño ríe, el pequeño piensa. Introspecciona y se hace al mundo de las ideas. Luego, más tarde, muchos años después diría: “Han transcurrido más de treinta años, ha sido demolida la casa en que me fueron reveladas esas ficciones, he recorrido las ciudades de Europa, he olvidado miles de páginas, miles de insustituibles caras humanas, pero suelo pensar que, esencialmente, nunca he salido de esa biblioteca y de ese jardín”.

 

 

La vida es un cuento

 

Y así como para Calderón de la Barca “La vida es un sueño”, la vida, para Borges, era, tal vez, un cuento. Su vida pareciese estar salpicada de relatos medio mágicos, medio fantasiosos, medio imaginativos. Borges no era un hombre muy abierto, alegre o extrovertido que le gustase hablar de sí mismo.

Tampoco era un hombre gesticulativo o de acción cuyos actos, afirmaciones, declaraciones, o poses hayan querido tener como fin el quedar impresas en la mente o memoria de todos. Borges es, ante todo, un pensador, un artista, un gran literato cuyo mundo no fue otro que el quieto silencio de la biblioteca y su despacho.

 

 

Buenos Aires y el joven Borges

 

La época en que nació y creció en Buenos Aires fue de suma importancia para la ciudad, para Argentina y para la cultura hispana. El país está en calma, hay estabilidad política, Buenos Aires crece vertiginosamente, hay desarrollo económico... Borges empieza a leer cada vez más: Rubén Darío, Rodó, Herrera y Reissig y Leopoldo Lugones.

 

Vienen los vientos del noreste. Europa hace su aparición. Así, ante una ola de inmigrantes y obsesionado por la cultura europea, Borges decide partir hacia el "viejo mundo". Joven inquieto, ávido de sensaciones nuevas, deseoso de conocer otros lugares, otra gente y con el ánimo de intercambiar y aprender nuevas ideas, Jorge Luis toma sus cosas y se va.

 

 

Borges en Europa

 

La prosperidad y estabilidad de Argentina hacen que todo marche perfectamente. Se multiplican las tertulias literarias, los salones, las casas editoriales. Sin embargo, para un joven de buena familia, sigue siendo indispensable el viaje al extranjero. Hay que prepararse, hay que cultivarse.

 

Es entonces cuando Jorge Luis sale a Europa; pero mientras se prepara este viaje; que ha de ser de estudios (Borges se encontraba estudiando la preparatoria), estalla la guerra mundial. Se impone, pues, prudencia. Borges irá a Suiza, país neutral. Ciudad y destino final: Ginebra.

 

En Ginebra, el joven argentino entra en contacto con otros estudiantes de su misma edad. Todos ellos de muy diversas nacionalidades. Aprende a cazar libros raros. Acude a los “puestos de viejo” (donde venden esta clase de libros), escudriña las olvidadas bibliotecas municipales y se deleita, además, con el famoso "Fondue", queso y otros exquisitos manjares con los cuales deleitarse el paladar.

 

Termina la guerra. Su familia llega para reunirse con el joven estudiante, y juntos realizan un extenso viaje recorriendo gran parte de Europa, visitando, entre otros países, Inglaterra, Francia, Suiza, Portugal y España. Su familia regresa, Borges continúa en Europa. Esta vez, en la tierra del Quijote.

 

 

Borges en España

 

En Madrid, Borges permanece algún tiempo. Allí asiste a reuniones de artistas y escritores, va a las tertulias del otrora famoso Café Pombo, e inicia su actividad literaria. El ambiente de escritores del Madrid de aquélla época ofrece un espectáculo variado; desde grupos de escritores académicos, tertulias de dramaturgos, peñas, salones de nuevos escritores y muchas cosas más.

 

Unamuno hace sentir su influencia. El autor de “Niebla”, influye cada vez más, a pesar de que sólo de vez en cuando se digne dar una vuelta por Madrid. Ortega, por otra parte, sigue influyendo y ganando adeptos. Ramón Valle-Inclán es otro de los más admirados; pero hay otro escritor, más joven que llama mucho la atención. Este es, Ramón Gómez de la Serna.

 

Viene luego una nueva corriente poética llamada “ultraísmo”. Borges queda profundamente impresionado por esta corriente. En ella existe, entremezclada, el culto a la imagen, al dinamismo, a la expresión inesperada, a la pirueta, el desafío a la autoridad y el buen humor. Borges queda fascinado con esta nueva inspiración, regresando así a Buenos Aires, en 1921, convertido en todo un “ultraísta”.

 

 

De nuevo en Buenos Aires

 

Borges regresa a su amado Buenos Aires; época en que el tema del gaucho queda trascendido nostálgicamente, épicamente. Son los años en que la literatura argentina se da cuenta de su gran valor, lo siente, lo percibe, lo respira y lo transpira. Los escritores, al igual que los lectores, están cada vez más conscientes que nunca, de los valores tradicionales, los valores típicos del país; aunque, también, y al mismo tiempo, se dan cuenta de que hay que abrirse a otros mundos, como en este caso hacia las ideas europeas a las que Borges les imprime su propio sello.

 

Sin embargo, Borges no es un extranjerizante, sino más bien, un estimulador de la tradición modernista. De ahí a que, como mencionara líneas arriba, Jorge Luis no pretendiera hacer un cambio radical, sino imprimir un sello propio muy característico. Sentimiento argentino con ideas modernas. Así otro poeta del mismo estilo, y del que Borges aprendiera mucho, es Leopoldo Lugones. Autor cuyos libros son leídos ávidamente por los jóvenes elegantes que como el propio Borges y sus amigos van a pasearse por las calles bonaerenses, en especial la Calle de Florida, una calle llena de comercios, cafés, tiendas y restaurantes..

 

 

Buenos Aires y sus obras

 

Borges empieza a vivir en Buenos Aires. Su vida se circunscribe al mundo de la literatura. Más tarde, publicaría su primer libro (1923) y que lleva por título Fervor de Buenos Aires. Aquí dejaría parte de su alma, parte de su yo interno que esta vez lo hacía “externo”:

 

Hacia los cuatro puntos cardinales
se han desplegado como banderas las calles;
ojalá en mis versos enhiestos
vuelen esas banderas....

 

Esto escribía Borges quien en sus poemas llenos de inspiración y de ternura escribe sobre su ciudad. Esa ciudad a la que tanto quiere y que pareciese nuevamente descubierta:

 

Las calles de Buenos Aires
ya son la entraña de mi alma
No las calles enérgicas
molestadas de prisas y ajetreos,
sino la dulce calle de arrabal
enternecida de árboles y ocaso
y aquellas más afuera
ajenas de piadosos arbolados
donde austeras casitas apenas se aventuran
hostilizadas por inmortales distancias
a entrometerse en la honda visión
hecha de gran llanura y mayor cielo.

 

 

Borges, su estilo y sus obras

 

Como se ve, la obra de Borges tiene un sello muy especial. Pareciese como si las imágenes se dispararan cual ráfaga de viento. Imágenes y ritmos muy personales, cadencia propia, rima no concreta; cosas que irritaría a algunos críticos tradicionalistas, pero que hiciera ganar, en cambio, las simpatías de muchos jóvenes de su generación.

Más tarde Borges confesaría la no conexión de ideas, imágenes y rimas. Temas distantes, temas lejanos, como esa de las casas y calles que se pierden en la distancia. Rima que no concuerda, pero idea, pensamiento y sentimiento que se entiende. Obra en la que muestra una audacia expresiva lograda casi sin esfuerzo.

 

 

Borges y sus libros

 

Durante los doce años que siguen a la publicación de su primer libro de versos, Borges se dedica exclusivamente a la poesía. También lo hace al ensayo. Funda, con otros jóvenes de su generación, varias revistas, entre ellas, Prisma y Proa. Luego, en 1925, publica Luna de Enfrente, y, en 1929, Cuaderno San Martín.

 

Borges no era como otros escritores dados al “vedetismo” y la “fantochada”, los que se vanaglorian de sí mismos y los que necesitan del aire del prestigio. No era un hombre al que le gustasen las entrevistas, pero tampoco era brusco con los que se le acercaban. Él vivía lo suyo y nada más.

 

Borges era un poeta refinado y de gran talento. Un hombre modesto que no cree (como otros lo hacen) ser un gran genio, ni que su obra tenga especial importancia; pero que, poco a poco, va siendo empujado hacia el centro de la literatura argentina por el entusiasmo de sus lectores.

 

 

Borges: lo mejor

 

La década de 1930 a 1940 fue sumamente importante para Borges. De ahí su “Luna de enfrente”, en donde deja ver su vida de poeta:

 

He atravesado el mar.
He practicado muchas tierras; he visto una mujer

y dos o tres hombres.
He querido a una niña altiva y blanca

de una hispánica quietud.
He visto un arrabal infinito donde se cumple una

insaciada inmortalidad de ponientes.
He mirado unos campos donde la carne viva de una guitarra

fue dolorosa.

 

Y así continúa la obra de Borges, quien en uno de sus versos dice: “He paladeado muchas palabras”, palabras que le harían famoso. Palabras de un hombre que muy pronto estaría a las puertas de la muerte, a causa de una enfermedad larga y peligrosa, una septicemia. El literato toca la puerta, pero nadie responde. Borges vuelve a la vida. El argentino da la sensación de que no volverá a escribir, pero muy pronto lo estaría haciendo, incluso, con mayor fuerza e ímpetu que nunca.

 

 

Borges vuelve a escribir

 

Borges multiplica sus esfuerzos. Escribe ensayos, cuentos, poemas, artículos, editoriales. Interviene en el cine argentino, diversifica más su espíritu creativo. Cree que ha llegado la hora de intervenir en la vida pública y en la cultura general del país.

 

 

Enfermedades y muerte

 

Pero Borges cae enfermo. Grueso y corpulento, una afección del oído, le hacer perder el sentido del equilibrio. Aún así, encuentra tiempo para escribir. Siguen las desgracias, y poco a poco, va perdiendo el sentido de la vista. Renuncia a casarse, e incluso, a enamorarse. No faltarán, claro está, alguna que otra mujer que se enamore platónicamente del maestro.

 

El argentino continúa así, entre polémico y agradable, entre comprendido e incomprendido. Posteriormente, durante la etapa peronista, Borges se retira a la vida privada procurando tomar parte en el mínimo de eventos posibles, en el menor número de actos públicos. Pero, sigue trabajando y, en 1938, junto con su amigo Bioy Casares traduce y publica La Metamorfosis, de Kafka.

 

 

Obras, cuentos y ensayos

 

Acerca de sus ensayos, los principales fueron Inquisiciones, en 1925; El tamaño de mi esperanza, en 1926; el Idioma de los argentinos, en 1928; Discusión, en 1932; Las Kennigar, 1933; y, la Historia de la Eternidad, en 1936. Entre sus más leídos libros de cuentos están: Historia universal de la infamia, (1935), El jardín de senderos que se bifurcan (1941), Ficciones (1935-1944), El Aleph (1949) y La muerte y la brújula (1951). Así mismo, dentro de sus cuentos que han llamado más la atención están: Las ruinas circulares, Tlon, Ukbar, Orbis Tertius, La Muerte y la Brújula.

 

En 1945, la Sociedad Argentina de Escritores le entrega a Borges el Gran Premio de Honor por su libro Ficciones. Habría numerosos premios más, el Premio Miguel de Cervantes, en 1986, aunque estos últimos serían los dos principales que recibiera, antes de su muerte, en el año de 1986.

 

 

Vida, ideas y pensamientos

 

Grande es la obra de este hombre. No una persona con delirios de grandeza, sino una persona grande por sí mismo. Una persona de fino sentido humano y de profundos valores psicológicos que continuamente se pregunta y pareciese como vivir entre sueños. Alguien que habla sobre la vida y su destino, como cuando escribe:

 

“Negar la sucesión temporal, negar el yo, negar el universo astronómico, son desesperaciones y consuelos secretos” y, donde más adelante añade: “Nuestro destino (a diferencia del infierno de Swedenborg y del infierno de la mitología tibetana) no es espantoso por irreal; es espantoso porque es irreversible y de hierro”.

 

“El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego. El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges”.

  

 

 

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Artículo aparecido en el periódico “El Porvenir” de Monterrey, México, el 24 de abril de 1989.

 


 

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