Ven a mi mundo

 

Grandes Personajes

 

 

Juan Lorenzo Bernini

 

Federico Ortíz-Moreno *

 

 

Personaje famoso entre los clásicos. Escultor de renombre que ha dejado su huella

y su leyenda. Artista, símbolo de lo Barroco. Maestro de la técnica que nadie,

absolutamente nadie, le ha podido igualar. Escultor y arquitecto de gran visión

como lo fue Lorenzo Bernini.

 

 

 

 

Entre artistas

 

Entre los artistas de más renombre, en lo que se refiere al aspecto plástico, de la escultura y la pintura, se hallan hombres de la talla de Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Goya, Rafael, Tiziano y otros. Se pudieran y quisiéramos nombrar a algunos artistas, por desgracia desconocidos, que también dejaron un recuerdo suyo a través de innumerables obras que hoy podemos admirar en los principales y diversos museos o localidades de todo el mundo.

 

 

Lo difícil

 

A veces no es tan fácil escribir sobre grandes genios que han pasado por el mundo. Muchas veces faltan datos sobre su vida, su obra y sus costumbres. Hay ocasiones, que ni siquiera sabemos los nombres de esos grandes artistas, pintores, músicos o escultores que dejaron sus maravillosas obras en diferentes rincones del planeta. Construcciones, edificios, pinturas y monumentos de los que sólo sabemos fueron hechos o construidos en tal o cual época, pero sin saber el nombre del autor. Edificaciones, estatuas o relieves que sabemos existen en países tales como Italia, Grecia, Albania, Rumania, Rusia, Francia, Finlandia o Polonia, pero que, desgraciadamente -vuelvo a recalcar-, no sabemos precisamente sus autores originales.

 

 

Pintores y escultores

 

Si Miguel Ángel había sido nombrado ya como el escultor de mayor importancia en el Renacimiento, muy pronto, otros artistas, Antonio Canova y Augusto Rodin, lo serían, respectivamente, los mejores representantes del arte neoclasicista del siglo XVII y del naturalismo del siglo XVIII.

 

Los nombres anteriores, sobre todo el primero, fueron los principales iniciadores de toda una época que transformó la historia y el arte en nuestro mundo. Más tarde, aparecería un gran hombre, un genio a toda medida: Lorenzo Bernini. El escultor -a modo mío de ver las cosas- más representativo del arte barroco.

 

 

¿Y quién fue Lorenzo de Bernini?

 

Bernini es conocido como el máximo representante del arte barroco. Arte que se aprecia en todas partes, sobre todo estando en esas preciosas ciudades como son Roma y Florencia, o yendo a otros sitios y países como Alemania, Bélgica o Escocia. Hay poco escrito acerca de la vida de Bernini. En realidad, lo único que se conoce, hasta donde yo sé, es sobre lo que se refiere a su obra. Sé, por otra parte (de hecho lo he constatado), que tanto en Roma como en Florencia, hay clases especializadas sobre el arte y la arquitectura de ese gran maestro que fue Bernini; pero, lo que se dice, datos concretos y precisos acerca de la vida de él, éstos son en realidad pocos.

 

 

Lorenzo Bernini

 

Lorenzo Bernini (o, como otros le conocen, Lorenzo de Bernini), nació en la ciudad de Nápoles, en el año de 1598. Vivió hasta 1680, muriendo a la edad de 82 años. Su nombre completo fue Juan Lorenzo Bernini. Ese inigualable artista que hoy todos recordamos cada vez que vemos su famosa columnata en la Plaza de San Pedro, en Roma; ahí, en el mero Vaticano.

 

Hijo del así mismo pintor y escultor Pedro Bernini, Lorenzo aprendió de su padre este digno oficio. Aprendiendo rápidamente a modelar, pintar y cincelar. Su padre le apoyaba y le quería. Bernini, a su vez, le gustaba aprender, y se deleitaba viendo a su padre, y tomando lo mejor de él. Y así fue creciendo. Lorenzo era un chiquillo realmente inteligente. Inquieto, pícaro y travieso, Bernini jugaba con sus manos para dar forma a las más disímbolas figuras. Se recreaba en esto. Le gustaba adoptar poses de gran artista imaginándose ser todo un caballero de la pintura y la escultura.

 

 

El gran maestro

 

Bernini fue todo un verdadero maestro y genio de la arquitectura y la escultura. Aprendiendo rápidamente de su padre y muy pronto lograría dominar esta técnica. Poco después, la sobrepasaría. Así era Lorenzo Bernini, un hombre entregado de lleno a su trabajo y su pasión: la escultura y la creación de grandes obras.

 

 

Bernini como arquitecto

 

Bernini fue arquitecto y escultor. También realizó una serie de pinturas que, por desgracia, son muy poco conocidas. Es más, diría yo, éstas permanecen completamente en el anonimato pues, se dice, que no solía poner su nombre en las obras que realizaba. Como arquitecto, su período corresponde, dentro de lo que conocemos como historia del arte, al período de transición del neoclasicismo renacentista al barroco. Su importancia, durante este período es altamente notoria. En sus obras se deja ver todo un arte espléndido. Bernini es un gran decorador de interiores, un espléndido diseñador y decorador para quien la perspectiva y sus más mínimos detalles sobrepasan lo inimaginable. Para Bernini, su arquitectura no tenía ningún secreto. Simplemente le gustaba lo grandioso, lo bello, lo majestuoso y lo sublime. Para él no había parámetros mas que la belleza misma. Y, sin lugar a dudas, su mejor obra arquitectónica, con un total sello de urbanismo, majestuosidad y elegancia, fue la construcción de la Plaza de San Pedro.

 

 

Los Palacios de Bernini

 

En lo que se refiere a la arquitectura profana; es decir, la arquitectura de edificios o monumentos no religiosos, Bernini trabajó en tres palacios. El primero de ellos, el Palacio Barberini. Ahí estaría trabajando desde 1629 hasta 1630. Luego estaría en el Palacio de Montecitorio, cuyos trazos están más próximos al barroco que el anterior. Por último, estaría el Palacio Odescalchi, bajo el mandato del soberano Alejandro VII, y que recuerda, en parte, los diseños del Palladio.

 

 

Entre Pontífices

 

Bernini fue un artista quien siempre estuvo al abrigo de los pontífices. Ellos le pedían obras, él las consagraba. En 16661, bajo el mandato de este último pontífice, Alejandro VII, Bernini mostró sus cualidades excepcionales de gran artista. Un decorador de inmenso talento para quien la perspectiva iba más allá de lo finito. Así, se escribe, "un espacio estrecho, corto y de desigual anchura fue transformado, por obra y gracia de su magia, en una suntuosa, misteriosa y uniforme escalera: la famosa Scala regia del palacio Vaticano". Algo realmente grandioso, espléndido que sólo un genio como Bernini podría hacer.

 

 

Otras de sus obras

 

Bernini fue un arquitecto que destacó el aspecto religioso en muchas de sus obras. Pudiera decirse que el mundo estaba inmerso en este aspecto del sentido humano y Bernini mostraba en sus trabajos dicho talento. De ahí que primeramente haga mención a su trabajo en la Iglesia de la Asunción de Ariccia, en el año de 1664.  Vendrían luego obras de mayor importancia con las cuales empezaría a destacar como todo un gran artista, escultor y decorador de la época. Bernini iba tomando su paso, se afianzaba, iba aprendiendo... Su genio iba adelantándose al paso del tiempo y muy pronto su huella quedaría para la posteridad.

 

 

El Vaticano

 

¿Quién no ha conocido El Vaticano, al menos en fotografía? Esa preciosa iglesia, esa preciosa Basílica sede del catolicismo y lugar asociado indiscutiblemente con el Papa. El estar en un lugar como estos lo hace a uno transportarse a otro mundo. Es como estar en presencia de Dios.

 

El Vaticano, para mí, es uno de los rincones más bellos del mundo y, que si uno tiene la posibilidad y los recursos económicos para hacerlo, uno no debe perder la oportunidad de visitarlo y conocerlo. Vida solo hay una (me refiero a la vida pasajera), y hay que aprovechar y vivir plenamente. Bernini y su obra en El Vaticano  Conocido, como ya era, a Bernini se le pidió que ayudase en la decoración interior de la Basílica. Y así lo hizo. Bernini trabajó en la decoración interior de esta iglesia de San Pedro, en Roma. Son suyas muchas de las estatuas que ornamentan las pilas de agua bendita, como también son suyas muchas de las estatuas que decoran y dan perspectiva a la Plaza.

 

Recuérdome una vez, estando en El Vaticano, allá por agosto de 1986, entré con una estudiante española quien para ella "su máximo" era Bernini. Aprendí mucho con ella. Poco a poco, a medida que íbamos caminando por las calles de Roma me iba hablando y explicando sobre "su adorado" Bernini. Luego, una vez, estando frente a una de las tantas pilas de agua bendita, me explicó algo referente a dicha pileta. Desde entonces recuerdo y guardo en mi memoria muchos de estos aspectos en la vida y obra de Bernini. Estatuas, obras y monumentos que hablan de un gran hombre. Alguien que transformó la piedra, el mármol y alabastro en obras de gran valor. Alguien que dio vida a algo que estaba inerme.

 

 

El interior del Vaticano

 

El interior del Vaticano es toda suntuosidad. Algunos criticarán el exceso de lujo que pudiera notarse; pero lo que es cierto, y que nadie podrá negar, es que ese lujo vale y se merece. Ahí están engarzados los poderes espirituales que van mucho más allá que los bienes materiales, con lo que quiero decir que el presentar toda esta majestuosidad es simplemente un pequeño símbolo o paradoja para que uno pueda comprender, aunque sea ligeramente, lo que es nuestro mundo interno, nuestra alma, nuestra religión. Y Bernini trabajó en el interior de la Basílica. Quiso, y lo logró, dar un cuerpo de magnificencia que hicieran y dieran a conocer al mundo lo grandioso de un poder interno que impera sobre lo terrenal. Habría pues que mostrar a los "terrenos" algo con lo cual pudieran comprender todo esto. Se enfocó pues, primeramente, en lo que es el gran altar, todo revestido de bronce. Un altar colocado bajo la enorme cópula que levantara ese otro gran genio del Renacimiento: Miguel Ángel Buonarroti.

 

 

La Plaza de San Pedro

 

Y si este importante monumento, el altar de la Basílica de San Pedro, construido entre 1624 y 1633 por encargo del Papa Urbano VIII, había sido, con sus más de 29 metros de altura, toda una elocuencia de arte y de diseño. Bernini pronto de nuevo sorprendería con una de sus obras más famosas (si no es que la más famosa): la Plaza de San Pedro.

 

¿Y qué les pudiera yo decir de esta enorme y majestuosa Plaza de San Pedro...? Tantos sueños encontrados, tantas ansias malgastadas, al perder tiempo y no poder estar cerca de Dios y de lo que es el Paraíso Terrenal aquí en la Tierra. Visitar El Vaticano, estar en el Vaticano, poder estar y recorrer la Plaza de San Pedro es una experiencia única en el mundo. Realmente impresionante.

 

Su urbanización data de 1667 y en ella se pueden encontrar esas famosas columnas de estilo dórico, coronadas por una balaustrada que, arrancando en ángulo agudo y en línea recta, de las esquinas de la iglesia, se despliegan para convertirse en un gran óvalo. Así, al ensancharse, la plaza va tomando un aspecto majestuoso, como si tratara de dar abrigo a todos los fieles que se acercan a conocer la casa de Dios.

 

Luego, al fondo de dicha plaza se halla la ya famosa fachada de San Pedro. Posteriormente, aproximadamente en medio, y a uno y otro lado de esta impresionante ágora se dejan ver dos fuentes, una de ellas original, y otra recompuesta. Por último, en el mero centro de la plaza, se levanta y yergue majestuoso el Obelisco del circo de Nerón, rescatado a los paganos y consagrado por los pontífices.

 

 

Nuevamente la Plaza de San Pedro

 

La Plaza de San Pedro, corazón de la ciudad (de Roma y El Vaticano), tiene una superficie de 70 mil metros cuadrados, que representa la sexta parte del total de la superficie del propio Vaticano. La cópula de la Basílica fue diseñada por Miguel Ángel, y frente a ella se abren dos líneas de columnas de 20 metros de altura en cuyas cimas se sitúan diversas estatuas de tamaño natural, la mayoría de ellas de conocidos religiosos que vivieron en aquella época.

 

La Plaza de San Pedro está encerrada en esta famosa columnata que se extiende en forma elíptica para abrazar el área que se encuentra enfrente de la Iglesia. Consta de 184 columnas y 88 pilastras, formadas en grupos de cuatro, que dan vida a un corredor de 17 metros de ancho por 19 de alto. El corredor está techado con una hermosísima cornisa en la cual se dejan ver, dispuestas a todo lo largo, preciosas estatuas de 140 santos, realizadas, casi todas ellas, por este gran genio de Bernini.

 

 

Plaza, Fuentes y Obelisco

 

Yo por mi parte, igual que lo hice cuando publicara los artículos y reportajes sobre Europa, lo invitaría para que dejara por un momento Monterrey y fuera, aunque sea unos cuantos días a recorrer el Viejo Continente. Lo más seguro es que usted fuera a Italia, a Roma y al Vaticano. Estando aquí pudiera conocer esta famosa Plaza y majestuosa Basílica. Incluso hasta conocer al Papa.

 

Estando en San Pedro pudiera apreciar más de cerca el sentir y vivir no solamente de este pueblo, sino el sentir de usted mismo. El estar frente a ese imponente obelisco situado en medio de la Plaza. Un obelisco egipcio, sacado del circo de Nerón. Obelisco en el que no aparece inscripción egipcia alguna. Luego pudiera ver y acercarse a esas dos fuentes que ornamentan la Plaza. Una de ellas atribuida a Carlos Medrano (1614); la otra (1667-1677), atribuida al propio Gian Lorenzo Bernini (Juan Lorenzo Bernini).

 

Finalmente, y algo que ya les había comentado ("El Vaticano", El Porvenir, lunes 31 de agosto de 1987), si a usted va al Vaticano y le gusta la arquitectura, los trazos y diseños, colóquese en uno de los puntos cercanos al obelisco (entre el obelisco y las fuentes), y verá, dirigiendo sus vista a las columnatas, que no verá cuatro columnas, sino que verá una sola. La exactitud de las líneas es algo asombroso. Y esto en todas y cada una de ellas. Una forma o manera de darse cuenta de los grandes arquitectos que había en ese tiempo.

 

 

Bernini y sus demás obras

 

Hay muchas, muchísimas obras que cabe destacar en la vida de Bernini. Un artista que se mueve dentro de lo barroco, pero que también le gusta lo clásico y lo realista. Para muchos, nadie como él, como Bernini, llevó tan lejos el lenguaje plástico del barroco: los valores pictóricos y no los plásticos; los movimientos de profundidad; los efectos visuales y muchas y otras tantas cosas más. Pero Bernini no sólo fue escultor, sino también pintor; aunque, como he dicho, casi ninguna de estas obras se conozca. Aquí, el jugaba con los colores, las formas, el ropaje, la complicidad de luz y de colores. Le gustaba poner pasión en sus lienzos y en ellos representaba, como siempre lo grande y lo sublime.

 

 

Sus esculturas-retratos

 

Bernini tenía alma de artista y ésta se reflejaba grandemente en sus inigualables "esculturas-retratos". El trataba de agarrar, aprisionar y destacar la esencia del personaje al que representaría en su obra. Según él, escribía Bernini: "Un personaje nunca es parecido a sí mismo cuando se halla en actitud de reposo, como cuando está en movimiento". Y pareciese como si las esculturas y retratos de Bernini hablaran.

 

Los primeros éxitos de este arte, Bernini los logra con sus famosas esculturas retratos tales como los bustos del obispo Santoni, en Santa Prassede; el del Papa Pablo V, en la Villa Borghese. Más tarde haría un busto en mármol dedicado con todo su amor a su amada Constanza Buonarelli, obra que se puede admirar en la ciudad de Florencia.

 

Luego estarían otras magníficas obras como la del cardenal Scipio Borghese, en la propia Villa Borghese; el de Carlos I de Windsor, esculpido en base a dibujos y bocetos de Van Dyck; el de Inocencio X; el de Francisco I de Este, con sus cabellos ondulados y su capa al aire y al viento. Obra que se muestra en la Galería Nacional de Módena, en Italia. Por último estarán otras obras de igual, o incluso mayor importancia, entre ellas, la del arrogante Luis XIV, en el Palacio de Versalles, y su estatua del David (diferente a la de Miguel Ángel), que se encuentra en Villa Borghese.

 

 

Fuentes y monumentos

 

Famosas son sus fuentes romanas, muy distintas a las clásicas de aquellos tiempos. Las fuentes de Bernini son únicas. Las principales, para citar algunas cuantas, son las del Tritón, en la Plaza Barberini, en las que un tritón, sobre una concha, lanza a través de un caracol, un chorro de agua que el aire quiebra y lo deshace.

 

Famosa es también la Fuente de los Cuatro Ríos, esa donde descansan y refrescan las alegorías de los cuatro ríos: el Ganges, el Nilo, el Danubio, y el Río de la Plata. Cada uno de ellos colocado en su sitio, cada uno de ellos divisando hacia su propio encuentro. Por último, y para concluir, está ese monumento escultórico y una de las obras más conocidas de Bernini: la Transverberación de Santa Teresa.

 

 

Concluyendo

 

El arte está en el hombre y está en el individuo. No siempre pudiéramos llamar arte a todo lo que vemos. Mas sin embargo, el poder y conocer un poco de arte nos dará muchas y muy grandes satisfacciones. Acercarnos a la cultura es recrear nuestro espíritu y agregar valores al alma. Esto, sobre todo, si vemos aunque sea por un solo instante obras tan bellas y majestuosas como las de ese gran artista como lo fue Juan Lorenzo Bernini.

 

 

Artículo aparecido en el periódico “El Porvenir” de Monterrey, México, el 20 de marzo de 1989.

 


 

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