Ven a mi mundo

 

   De aquí y allá    

 

 

El espejo de Natasha *

 

 

 

Juan Carlos Quezadas

 

 

Cuando Natasha tenía ocho años en su casa se rompió un espejo y ella siempre se creyó culpable.

El día en que esta historia comenzó, Natasha dormitaba sobre la alfombra de la sala, amodorrada por el efecto del frio de la tarde que caía sobre Zagreb, su ciudad, en el momento en que un espejo también caía, pero no por culpa de la tarde, sino por la de Goran y su tonta pelotita de goma que rebotaba más de la cuenta.

El sonido de los vidrios rotos sacó a Natasha de sus sueños, y con el pecho palpitándole a mil, como sucede siempre que despertamos de improviso, se enfrentó a las palabras del único testigo del accidente.


—Tú fuiste, Natasha. Rompiste el espejo —dijo su hermano cuando todavía la pelota culpable no dejaba de rebotar sobre la alfombra.


—No fui yo. Yo estaba durmiendo.


—¿Y no sabes que los sueños pueden volverse realidad?


—Pues sí, eso dice mamá.


—Está todo muy claro: soñaste que rompías el espejo y aquí están las consecuencias—anunció Goran con toda la seguridad del mundo puesta en sus palabras, mientras jugueteaba buscando inútilmente su reflejo en uno de los trozos—. Verás que tengo razón, ¿qué soñabas?


—Creo que nada.


—¿Nada de nada?


—A lo mejor con una resbaladilla…con un parque…con un helado de limón que tocaba el violín —respondió con dudas la niña haciendo un gran esfuerzo por acordarse de su sueño.


—Piensa, piensa… —insistía Goran con el mismo tono que usa cuando sabemos que alguien está ocultando algo.


—No sé… no estoy segura… tal vez soñé que rompía un espejo—respondió Natasha más a causa de la presión de su hermano que por estar convencida de haber soñado con el accidente.


—¡Allí está! Por alguna extraña razón en el instante en que despertaste, tu sueño se volvió realidad. Y lo malo no es el espejo roto, sino la maldición.


—¿Cuál maldición? —preguntó la niña.

 

—Pues los siete años de mala suerte —anunció Goran antes de alejarse por el pasillo en busca de la imprudente pelota que no sabía mantenerse quieta.  

 

Natasha se quedó en la sala frente al desastre, sintiendo cómo la iba envolviendo una culpa del tamaño de la carpa de un circo. Después de un rato, sin saber por qué, comenzó a recoger uno a uno los trozos del espejo; cuando se aseguró de que los había recuperado todos, los metió en una caja que guardó debajo de su cama.

 

      

Fuente: “El espejo de Natasha”, extracto. El autor de este cuento Juan Carlos Quezadas es egresado de la Escuela de Escritores de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM). Ha escrito cuentos y publicado cuatro novelas de literatura infantil con las que ha ganado diversos reconocimientos desde 2002. Entre los premios recibidos están el Concurso Sofía Platín de Ficción Súbita (2002), el primer lugar en el Premio Castillo de Novela Infantil (2003) y el Premio Nacional de Cuento Juan José Arreola (2007). En 2004 ganó el concurso de periodismo Esfera Pública organizado por el periódico Reforma y el premio Día Siete de Crónica de Viaje concedido por la revista del mismo nombre. Juan Carlos Quezadas, también fue galardonado con el XIII Premio de Literatura Infantil “Barco de Vapor”, 2008.

 

 


 

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